Aquellos años ochentas

andrespeed dijo:
Buscando pendejadas, encontre esto:
http://profile.myspace.com/index.cfm?fuseaction=user.viewprofile&friendid=73386661

Para los merengueros de los 80s un excelente recuerdo =) y la madre que prefiero mil veces la epoca de oro del merengue a esta epoca "de oro" del reggueton y Calle 13 :(

JAJAJAJA eso es muy cierto andres..... y disculpen las personas a las que les gusta el reguetón pero es que ese ruido es un insulto a los oídos.
En cuanto al regreso de los 80's...es un hecho fijense en los pantalones entubados que estan causando furor, los sacos estilo fredy kruegger..... Llegó nuestar revancha ochentera
 
A mi de los 80 solo los dibujos animados (transformers, gi-joe, superamigos ...) y el metal !!! ..
jeje .. y las fotos viejas que veo siempre las mas graciosas son las de los 80's ..
 
Bueno para los que estan desparchados en la ciudad de Bucaramanga este fín de semana y tienen 5000 pesitos para una obra benefica...

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\SN/ HHCastan dijo:
Andrespeed tienes toda la razón, parece que están volviendo alguans cosas de la moda de los 80's. Esa moda que para algunos fue tan bandera ahora se impondrá nuevamente.


jua jua jua. Bandera los 70's hermano. Los 80's fueron una ximba!!!:p :p :p
 
segan dijo:
Bueno para los que estan desparchados en la ciudad de Bucaramanga este fín de semana y tienen 5000 pesitos para una obra benefica...

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Uyyy pilas viejo segan, no sea que el baboso del andrès lopez lo demande por usar su "guayaba registrada"...:p :p
 
Jajajajajaja Gracias Ivancho, pero no creo que tenga registrada la palabra "Guayaba" a nombre del "Enano marciano rojo".... Pero eso si se trata de plagios facilmente tambien le puedo demandar por robar todo el discurso en Cali de 1997 que hizo Jaime Garzon....

Cambiando de tema, es tanta la nostalgia que tengo de mis años infantiles que buscando en la casa de mi abuela me encontre con el disco del payaso Mickey; lo estoy pasando a Cd para ponerselo a mi hijo!
 
segan dijo:
Jajajajajaja Gracias Ivancho, pero no creo que tenga registrada la palabra "Guayaba" a nombre del "Enano marciano rojo".... Pero eso si se trata de plagios facilmente tambien le puedo demandar por robar todo el discurso en Cali de 1997 que hizo Jaime Garzon....

Cambiando de tema, es tanta la nostalgia que tengo de mis años infantiles que buscando en la casa de mi abuela me encontre con el disco del payaso Mickey; lo estoy pasando a Cd para ponerselo a mi hijo!

:p :p :p Juas...yo hago algo parecido con mi hijo. Como al chino le gustan los Power Rangers, le he puesto capítulos de Sankuokai y quedó encantado =)

También le he mostrado capítulos de Centella y le gustan...
 
Ivancho dijo:
:p :p :p Juas...yo hago algo parecido con mi hijo. Como al chino le gustan los Power Rangers, le he puesto capítulos de Sankuokai y quedó encantado =)

También le he mostrado capítulos de Centella y le gustan...

Oye, de dónde sacaste capítulos de Sankuokai? yo quelo. También del capitán Centella
 
\SN/ HHCastan dijo:
Oye, de dónde sacaste capítulos de Sankuokai? yo quelo. También del capitán Centella
En Bogota venden las series completas en calidad DVD en los San Andresitos. Cada DVD a $4.000 pesos
 
jejeje los 80's

no habia pirateria, al menos de cd's, se copiaban los casettes.

XD!!! les ponian cinta para burlar la proteccion (la lengueta esa que tenian abajo)

y en ese tiempo la gente todavia escuchaba lo que en realidad es musica, house, disco, el jazz y el blues no habian sido tan olvidados.

Las series de los 80's, da nostalgia verlas de nuevo.

miren este link, ahi estan los intros de todas las series viejas que se puedan imaginar, ademas de trailers de peliculas.

http://www.retrojunk.com
 
Saben hoy me he puesto a pensar en personajes y cosas viejas de esos 80's.
A donde están o adonde fueron a parar:
Dónde está Cusumbo?
Que se hizo la perrada de Edgar?
Todavía existen las tiendas de Crispeta y raspa'o (peta peta pao pao)
Qué se hicieron las programadoras Promec, proyectamos tv, punch, rti, o jes?

Así por el estilo.
Hay tantas cosas de las que me gustaría saber donde están, así que si alguien tiene las respuestas...bakno
 
\SN/ FAGUILIN dijo:
Saben hoy me he puesto a pensar en personajes y cosas viejas de esos 80's.
A donde están o adonde fueron a parar:
Dónde está Cusumbo?
Que se hizo la perrada de Edgar?
Todavía existen las tiendas de Crispeta y raspa'o (peta peta pao pao)
Qué se hicieron las programadoras Promec, proyectamos tv, punch, rti, o jes?

Así por el estilo.
Hay tantas cosas de las que me gustaría saber donde están, así que si alguien tiene las respuestas...bakno

ja ja ja :p :p :p Yo a veces pienso lo mismo. Y le doy otras marcas: Gente Joven, 88.9 Super Stereo, Stereo 1.95, Radio Tequendama, HJJZ, etc...

Las programadoras vieron su ocaso al aprobarse en Colombia la TV privada, en la que solo RCN y Caracol tenían suficiente poder económico para hacer sus propios canales.

De esas solo quedó Jorge Barón TV como único programador en el canal 1. Producciones JES aún daba por ahí lata con las transmisiones de los Oscar...pero se losq uitaron el año pasado...
 
En la Ultima Edicion de SOHO salieron unos muy buenos articulos de los 80s, aqui empezare a colocarlos antes de que salga una nueva edicion de la revista y ya no se puedan leer en la pagina de SOHO:

La moda con la que crecí
Por: JAVIER URIBE

La culpa la tuvo Belisario Betancur. La tuvo él, el hijo de Amagá, el presidente conservador ganador de los comicios del 82 y hermano de veinte hermanos, que cerró las importaciones para favorecer a las empresas y productos internos y al final, la economía quedó mal parada y nosotros, mal vestidos. La política de Belisario a los de clase media nos puso a copiar, a imitar. A los de alta, a contrabandear. A los de clase baja sí los dejó tranquilos con sus Panam. Y por su culpa, el lugar donde nos tocó comprar la ropa, la boutique más refinada, el Silvia Tcherassi del momento, tenía nombre propio: Los Tres Elefantes. Así fue. Hasta cuando aparecieron, como quería Belisario, almacenes locales, criollos, pero con el detalle de tener nombres en inglés: Jeans & Jackets, Shetland, Junior Express, Tiky y el inmortal Spring Step. El único fiel fue Gente Joven.

Pero vamos por partes. Empecemos por la evolución de los jeans que no fue otra que la era gloriosa del contrabando. En materia de jeans, los 80 transcurrieron de la siguiente manera: del Lec Lee al Caribú. Luego al Denim: "Los perseguidos". Y de estos, a los jeans grises, a los Pepe tipo froster, hasta vomitar al final con los anchos, con los de payaso, con los Girbaud que tenían los bolsillos traseros a la altura de las pantorrillas. Así evolucionaron los jeans hasta toparse de frente con algo que dejó un daño irreparable en la sociedad, una secuela, algo a lo que la gente aún no renuncia: los Levis 501.

Para hablar de "calzado sportivo", la cosa empezó con los tenis Croydon: gruesos en la punta para los machos, delgados en la punta para las hembras. Moda que tuvo un fuerte auge en los colegios, en gimnasia, donde la necesidad de los Croydon llevó a otro infaltable buen amigo: el blanqueador Griffin. Que se echaba encima de los tenis sin importar la boñiga de vaca, el popó de perro: al final, los tenis quedaban blancos y relucientes, justo para ser aprobados por cualquier prefecto de disciplina.

Años después, más costosos, pero de colores, llegó, sin licencia, la tercera generación de los Croydon: los Converse. Y se diferenciaban de los Croydon porque estos se dejaron para uso exclusivo de las empleadas del servicio. Llegaron los Converse en amarillo, rosado, aguamarina o los tres al tiempo y se ponían para empatar con los colores de los buzos que nos convertían en pequeñas pancartas publicitarias ambulantes, esos jersey a rayas estampados en la mitad con el nombre gigante de Coca-Cola o de Benetton o a los menos pudientes, de ACA.

Así fue. Por eso digo que por un presidente nos vistió, sin remedio, la industria nacional que, como ocurre desde la conquista, desde la evangelización, utiliza toda su inteligencia para imitar, para tratar de que algo parezca lo que no es. Los adolescentes de la clase media, los arribistas como yo, los que no teníamos ningún tío rico que encaletara unos Reebok en su equipaje de regreso de Disney, ni un primo que viajara a Maicao, Guajira, a traernos unos tenis originales, tuvimos que acudir a la farsa, a los Red Brook. Que eran, pero no eran. O, con la marca de los disléxicos: los Abidas. O nos tocaba comprar los tenis Daríoo, sí, con doble o, para engañar, para hacerlos pasar por un modelo Adidas aunque no lo fueran, aunque estuvieran a un océano de distancia que Belisario no dejaba atravesar. Otros más dignos, agachaban la cabeza, se resignaban y se hacían a unos Hevea o a los famosos North Star. Pero la época fue marcada por los ReeBok, los originales, que eran blancos o negros. Y para las niñas eran de colores o blancos con líneas de colores en la suela y los cordones.

En materia deportiva, los primeros guayos de taches intercambiables fueron los Fastrak, que rompieron el monopolio de los guayos Gol, que eran duros y sacaban ampolla cada vez que uno pateaba un balón Kick Off 32 o Kicker 33. Las mujeres hacían deporte con unas pantaloneticas tipo Zico hasta que, de la mano de la película Fame y de la instalación del centro Therese Leleux, llegaron las calentadoras, ese accesorio que no solo se usaba en los aeróbicos, sino que incursionó en la moda regular hasta hoy, cuando todavía se ven por ahí alumnas de Bellas Artes que lo portan. Ahora bien, en los 80 un factor clave fueron los sacos, los sacos de lana, los sacos de Shetland que, como todo en los 80, tenían rayas, y uno de los complementos más importantes del momento: las hombreras. Ese complemento que servía para verse más cuadradas, menos curvas, con las que las niñas andaban por ahí, como futbolistas americanas sin casco. Un accesorio que produjo un efecto devastador: los hombres no pudimos ponernos más los sacos de nuestras hermanas.

También llegaron las lentejuelas, los chaquetones de jean, las medias de colores, la falda chicle y los tenis de colores. Y todo combinaba. No se sabía cómo, pero todos los colores combinaban: las medias con el cuello parado de las camisas. Los sacos con los tenis. Las candongas gigantes con las bambas y las bufandas. Por supuesto, bufandas Shetland. Y no solo eso. Fue tal el boom de los sacos que se utilizaban de a dos, sí, uno en los hombros y otro en la cintura. Y combinaban.

Luego, abruptamente, a las rayas se sumó otra figura euclidiana: el rombo. El saco de rombo. Las medias de rombos. Y a las medias de rombos había que sumarle su par, su hermano de leche: los mocasines College. Mocasines lenguacorta. Que dejaran ver las medias. Y los rombos. Y el toque de clase: una monedita de un centavo de dólar en el empeine. Todo esto con su pantalón de pana. Pana y prenses. O con jeans baggies. Con prenses. ¡Qué vergüenza!

Así fueron los 80 y sus fiestas: en una esquina, los machos, con la chaqueta descolgada sobre lo hombros, con las manos sobre la hebilla plateada tejana del cinturón, los brazos llenos de "cueritos" y masticando Bubble Gum. Y en la otra esquina, las hembras, con pantalones con estribo, camisas largas amarradas por un cinturón, hombreras, los brazos atiborrados de gummies y masticando chicles Freshen Up.

En materia económica fue una época fecunda para hacerse millonario con la venta y comercialización de laca. De laca para el pelo. Ese fue el producto más vendido de la época. No se habría entendido el copete Alf de las niñas sin laca. Ni el peinado "burbuja". Todo el mundo andaba encopetado. Se echaban litros de laca en sus copetes. Y los copetes determinaban la posición alfa dominante en el matriarcado, dependiendo del largo del mechón, de lo grueso, de lo rojo y lo llamativo que fuera. Pero el mechón Alf no fue inmortal. Tiempo después quedó relegado: "Me voy a hacer la permanente".

Los hombres no salen bien librados en cuestión de peinados. Primero, se usaba el peinado de gel solamente en los lados y seco y esponjado en la testa. Sin patillas. Luego, la carrera parada y un tímido mechón. Finalmente, el peinado más sexual de todos, "el champiñón", el del rapado en la zona baja circundante de la cabeza y una mata de pelo en la parte alta. La semejanza al miembro viril era insoslayable. "¡Cabeza 'e mondá!", les gritábamos. Me gritaban.

En lo que respecta a los accesorios, los hombres que vivieron plenamente uno de los avances tecnológicos más importantes del momento, el reloj calculadora, por influencia de George Michael llegaron al arete, a esa joya milenaria que se portaba en una sola oreja, y nunca en las dos, porque se convertía en una declaración abierta de homosexualidad. Así éramos. Pero debo reconocer que no todo fue malo. Por ejemplo, nunca nos copiamos en nada a Michael Jackson. Ni a Menudo. Nunca nos pusimos un guante blanco en la mano, ni chaquetas rojas, ni medias blancas, porque para entonces ya había un principio estético inquebrantable: "Medias blancas, pantalón oscuro, maricón seguro". Ese prejuicio nos salvó. Pero lo que no evadimos ni hombres ni mujeres fue la corbata más espantosa que se conoce en la historia de la moda: la delgada corbata de cuero. Yo tuve una. Lo confieso. Una gris. Y me la ponía con tirantas grises, descolgadas, y combinaban perfectamente con mis zapatos Yate imitación Top Siders, grises, que había comprado mientras comía un helado Holanda y hacía cola en el cine para ver Los Gremlins. Solo hasta la llegada de la música house se impuso una nueva moda: el jean, el blazer y una corbata de Mickey Mouse. Hasta allá llegamos. Hasta Mickey Mouse. Eso fue lo que logró el señor presidente con su ánimo de colombianizarnos.

La televisión con la que crecí
Por: ANDRÉS RESTREPO

Pocos temas han despertado unos sentimientos más contradictorios, "la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser", como dice el tango, que la televisión que vivimos los colombianos en la gloriosa, y lamentablemente ida, década de los años 80. Década increíble, en la que convivieron expresiones estéticas tan nefastas como el uniforme zapote de la Selección Colombia, el bigote de Jorge Barón (sí, incauto quinceañero, Jorge Barón el original era de mostacho y esmoquin) y los mocasines con monedita. Trataré, por lo tanto, de no caer de nuevo en las reflexiones que se han hecho hasta el hartazgo: que si José Miel y Marco llenaron nuestra niñez de un temor permanente a perder a nuestra mamá, que si nuestra inseguridad frente a las mujeres viene de que Pedro nunca alcanzara ni un beso de Heidi por arrearle las ovejas (en lugar de echarle los perros). Considero que sobre estos temas, sobre todo considerando que son dibujos animados, existe suficiente ilustración.

Partamos entonces del interrogante que agobia en Colombia a los menores de veinte años. ¿Por qué dos tipos de treinta años pueden sentarse a perder el tiempo hablando horas enteras de cosas como los Barbapapá y Pequeños gigantes (en lugar de perderlo, como ellos, chateando por messenger hasta las tres de la mañana)? Jóvenes chateadores: la televisión de los 80 es, para efectos prácticos, nuestra religión, con Santísima Trinidad y todo: los canales 7, 9 y 11. Nuestra infancia, en prácticamente todos los aspectos, estuvo determinada por la programación de estas tres cadenas (en realidad dos y media, ya que el 11 atendía solo en horario extendido: de 6 a 9). Hoy, en cambio, hay aproximadamente 60 infancias posibles: tantas infancias como canales. Para el niño músico hay cuatro canales de videos y uno de música clásica; para el pequeño que quiere ser científico, Discovery y sus canales derivados; para el niño en proceso de idiotización, los canales nacionales, y así sucesivamente. Nosotros, a pesar de los tres canales disponibles, veíamos exactamente los mismos programas. Porque como el misterio de la Santísima Trinidad, teníamos tres personas (o canales) y un solo dios verdadero. Este dios verdadero, los sábados tomaba la siguiente forma, en su orden: Santa Misa, Educadores de Hombres Nuevos, El Salón de la Justicia y, después del almuerzo, Los duques de Hazzard (¿dónde estás, prima Daisy).

Esto implicaba que en nuestra infancia la noción de tiempo existía gracias a la televisión: nunca supe a qué horas me acostaban mis papás los domingos, pero tengo claro que era cuando empezaba Dinastía (me voy a comprar la serie en DVD para saber qué demonios era lo que hacía Joan Collins tan vulgar) y mi única certeza de que eran las siete de la noche a lo largo de la semana era la música de inicio del Noticiero 24 horas. En este mundo de hoy, sin Dios ni ley, por el contrario hay que adivinar entre qué novelas esconderá RCN su noticiero entre las ocho de la noche y la una de la madrugada.

Era una felicidad la certeza de saber que, pasara lo que pasara, los viernes tenían un premio gigante: Los Magníficos. Hasta la trama era un cómodo y seguro viaje por una historia conocida: 1. Mafiosos (M) extorsionan a mujer joven (MJ) o viejo desvalido (VD) 2. MJ o VD buscan a Los Magníficos (A, por lo de The A Team). 3. A inventan trucos para: a. Sacar a Murdock del centro siquiátrico. b. Dormir a Mario para montarlo al avión. c. Disfrazar a Haníbal para engañar a M. 4. Bala "ventiada", pero ni un solo muerto, hasta derrotar a M. 5. Faz se da besos con MJ. No se imaginan lo duro que fue en su momento asumir que Los Magníficos iban a ser reemplazados por Riptide. De igual forma la melancolía de los domingos en la noche se iniciaba religiosamente con Lazos familiares, años después reemplazada por Los años maravillosos, a eso de las ocho de la noche. Pago ya por información verificable sobre el destino final de Alex P. Keaton y, sobre todo, para saber si Kevin Arnold vive felizmente casado con Winnie, su vecina y amor platónico. De no ser así, si Winnie se casó con otra persona, afirmo a quien quiera saberlo que el amor no existe.

Nuestra relación con el mundo también se construyó en los ritmos y tiempos que exigía la televisión de la época. Nos acostumbramos a que el mundo exterior sucedía mucho antes que en Colombia. Veíamos felices y emocionados partidos de la liga alemana, narrados por Andrés Salcedo, quien bautizaba a su gusto personajes como 'migajita' Littbarsky, 'el poroto' Haessler o 'el cavernícola' Schteiner, que podían haber sucedido hacía una semana o hacía dos años. Nos daba igual: no había forma de conocer el resultado o de adivinar que el Bayern Munich había quedado campeón hacía tres meses. Era tal nuestra distancia con el mundo, que todos los domingos aguardábamos expectantes la sección del noticiero de un señor que respondía al nombre de Eucario Bermúdez y cuya única gracia era vivir en Miami y fusilar impunemente la sección de las mejores jugadas de la semana de alguna cadena gringa y enviarlas a este país olvidado de las microondas y desconectado del mundo cada vez que había problemas en la antena repetidora de Chocontá.

En realidad, debimos haber aprovechado mejor esta incipiente globalización. De haber sido gente juiciosa habríamos aprendido alemán ya que gracias a TRANSTEL (la cadena alemana que alimentaba al raquítico canal 11) terminábamos haciendo fuerza, a nueve mil kilómetros y al menos doce años de distancia, a los representantes del poblado de Altenhellefeld para que derrotaran a los habitantes de Bad Teinachzavelstein en las pruebas de TeleMatch cada semana. También nos llegaban, en pleno 1985, los últimos avances tecnológicos alemanes de inicios de los 70 en unas notas de cinco minutos llamadas sarcásticamente El mundo al instante.

Pero no importa que no hayamos aprendido alemán, porque en cambio desarrollamos terribles estereotipos regionales que están en la base del subdesarrollo de este país. A partir de los 80, en Colombia todos los paisas son William Guillermo, tienen gorrita del Atlético Nacional y dicen: "¡Cómo será el papá!"; ser costeño es casi una condena anticipada ante cualquier error por involuntario que este pueda ser: "Costeño tenía que ser", y los bogotanos esconden su aversión al trabajo con las buenas maneras y las excesivas cortesías de Andrés Patricio Pardo de Brigard en Don Chinche. Pero Colombia, aún separada por estos estereotipos, se reunía cada tanto como una sola familia para sacar lo mejor de sí en unos eventos que nos hacían creer que aún éramos un solo país: una maratón de artistas de dos días seguidos que se llamaba Teletón presentada por Carlitos Pinzón (esa manía de nuestra farándula de tratarse con diminutivos para demostrar lo amigos que son…), la fiesta de los hogares colombianos los 24 de diciembre amenizada —es un decir— por Jorge Barón bañado en serpentinas, la transmisión de la Maratón de San Silvestre (van a ver que este año Víctor Mora sí gana) y el reinado de belleza cuando de verdad a alguien le importaba, con Pilar Castaño y Jairo Alonso generando suspenso artificial: "Pues sí, Jairo, no quisiera estar en el puesto de los jurados en este momento".

Junto a Pilar Castaño y Jairo Alonso, a la sombra de nuestra televisión ochentera se consolidó un combo de amigotes que se repartían cuanto concurso, magazín o programa de variedades existía. Pacheco, Jota Mario y doña Gloria presentaron a lo largo de esa década todo lo que se pudo presentar: Animalandia (¡sube, sube kilométrico!) y Compre la orquesta (cuando la difunta abejita Conavi le hacía sonar ¡toooooda la orquesta!) y el Programa del Millón (Pacheco, ¡deme la errreeee!) fueron el bastión de Pacheco. Jota Mario, siempre propenso a los programas eternos, presentaba Dominguísimo con secciones tan elaboradas como el novio chévere (ché-ve-re…ché-ve-re…es el novio chévere) y Telesemana los viernes en la tarde. Doña Gloria, mucho más centrada en el tema financiero, conducía El precio es correcto, cuyo punto de mayor emoción se alcanzaba al final del programa cuando el pobre concursante debía ubicar correctamente los precios de siete electrodomésticos en menos de un minuto, pero eso sí: "¡Bailando, bailando cumbia, Wilson, o si no, no vale!". Para compensar este abuso, doña Gloria también presentaba Naturalia, programa que tenía una curiosa característica: a pesar de ser doblado del francés al español, la voz en español tenía un marcado acento francés: "la togtuga busca los magues del nogte". En el colmo de una estructura monopolística que haría palidecer de envidia a Bavaria, se llegó a crear un programa de concurso que reunía a nuestros tres divos: Los tres a las seis, una especie de selección Resto del Mundo de los presentadores de concurso.

Para oponer resistencia a semejante monopolio, la única forma era tener programadora propia. ¿Quién si no don Julio E. Sánchez Vanegas, con Producciones JES, podía darse ese lujo? Se la jugó por la tecnología y en su programa de concurso Concéntrese… para que no se le olvide, expuso dos cosas que partieron la historia del país en dos: antes y después de las cabinas del silencio (tipo nave espacial) y la contadora automática de billetes. Pero no paró ahí, ya que nos trajo el "hoy desde Bangkok, mañana desde cualquier lugar del mundo" y armó el primer kínder de formación del popular esquema modelo/presentadora/actriz/misceláneos: Panorama. Don Julio, el de JES no el de El Ley, era un visionario: todo hay que decirlo. En el otro extremo del espectro tecnológico estaba Saúl García, que en su programa Guerra de estrellas utilizaba como contadora de billetes a la modelo Karina mientras pedía infructuosamente "Silencio, público. Silencio, público".

En el tema de publicidad la innovación tampoco era la norma en los 80: con decirles que desde esa época es que viene Susana Caldas utilizando margarina La Fina y Pacheco vendiéndonos lotería vestido de socorrista por los mismos 500, 800, 1.000, 1.500, 2.000, etc., pesitos. El buen gusto tampoco era lo de moda: ¿Quién les pone a unos almacenes de ropa "Almacenes Luis M. Sarmiento y Mireya Fashion"? ¿Quién cree que terminar un comercial con Joan Collins diciendo "Alguien reportó un fuego" era sugestivo? ¿Cómo nadie cayó en la cuenta de que cantar "¿Y de dónde son tus sandalias? Las traje de Miami. Mentiras, mentiras: son Jazz" era poner en evidencia la vergüenza que producía la marca del productor entre sus clientes?

Para terminar, el tema eterno: sexo. Como gracias a mi Dios en esa época no se había puesto de moda que los papás hablaran de sexo con los hijos fingiendo naturalidad como lo hacen hoy, la televisión de los 80 nos dio la primera, no digamos siquiera información, sino indicio sobre el tema. Indicios casi monásticos comparado con lo que se ve hoy (tal vez monástico no sea el mejor adjetivo, considerando de lo que nos estamos enterando que se hace en los monasterios). En todo caso, solo al final de los 80, en 1988 para ser exactos, llegó algo de carne: la Mencha y Amparo Grisales mostraban torsos desnudos y un toque de lesbianismo en Los pecados de Inés de Hinojosa. Para ser sincero, nunca supe muy bien de qué se trataba la serie, obsesionado en capturar los instantes en que las Hinojosa "se ungían" y se podía ver lo único que añorábamos ver de ese programa. En ese momento era difícil imaginar que la televisión colombiana podría superar algún día semejante muestra de liberalidad. Ámsterdam no podía estar muy lejos. ¡Qué lejos estábamos de imaginar lo que vendría! Creo que no había nacido Carla Giraldo.

Yo fui un dj famoso
Por: TULIO ZULUAGA

"Tu-Tu-Tu-Tulioooo Zuluaga!". Así saludaba a mis oyentes cuando fui uno de los DJ más conocidos de los 80 en la emisora 88.9. Antes de llegar a la radio era actor de Pequeños gigantes. Un día estaba animando un evento en el colegio Santa Francisca Romana y el encargado de la mini-tk me dijo que estaban buscando un animador en 88.9. Empecé haciendo los programas de una mini-tk muy famosa de la época que se llamaba Nice y con la que muchos de nosotros rumbeamos en Proms, especialmente. A los dos meses ya Fernando Pava, el director de la emisora, me había oído y me llevó al programa del Zoológico de la mañana. Era el año de 1985.

El fenómeno que creó esta emisora causó conmoción. El primer tema que pegó con fuerza en 1986 fue Nada personal, de Soda Stereo, y eso despertó a bandas locales como Kraken, Compañía Ilimitada y Pasaporte. Se dispararon grandes eventos como el Concierto de Conciertos, que fue apoteósico. También empezamos a ver en la moda un cambio con los copetes Alf en la mujeres, el pelo largo (solo atrás) en los hombres y los zapatos Reebok.

Con Nice me fue muy bien como animador. Hacíamos lo que se llamaba "guerra de mini-tks" con la asistencia de ocho mil personas que con sus aplausos definían cuál era la mejor. Otro evento histórico en el que participé fue la caravana de carros para promover la supuesta candidatura de Don Fulgencio, personaje propio de 88.9, para la alcaldía de Bogotá. Todo era parte del show y yo iba en la unidad móvil al lado del "futuro alcalde", nos acompañaron más de 500 carros y el trancón fue monumental. Éramos, sin duda, los número uno. Yo visitaba los colegios en la móvil y me pedían autógrafos, todos querían hablar y participar en la emisora. Incluso 88.9 sacó un álbum de laminitas donde salíamos todos los DJ de la emisora. Eso se vendió muy bien. Éramos ídolos.

También hice programas de televisión como Línea Tres y Tumbe a Tulio en Maxi Mini TV. Creo que el papel que jugué en esa época fue el de demostrar que los artistas jóvenes podían incursionar en muchos mundos y que podían ser muy reconocidos. Después incursioné en la música vallenata, pero me tocó la crisis de los 90 y los artistas nos vimos afectados y muchos proyectos, como el mío, no pudieron crecer más. Luego me dediqué al estudio de Finanzas y al mismo tiempo hice la carrera de técnico automotriz. Un día cambié de ambiente y decidí radicarme en la ciudad de Medellín, en donde encontré tranquilidad. Montamos algunos talleres pequeños para carros. Hoy en día tengo un concesionario para atender 60 vehículos en producción y cuento con la representación de la Fiat para Medellín. Hace diez años me casé con una paisa, luego de mi separación en Bogotá. Tengo cuatro hijos, uno del matrimonio anterior y tres con mi actual esposa.

Ya retirado de los medios, les puedo asegurar que la década del 80 fue una nota diferente y positiva en la que el tiempo nunca se detenía. Un despertar de la música impresionante. Fue un resurgir de la gente joven. Unos años, literalmente, maravillosos.

La música con la que crecí
Por: GUSTAVO GÓMEZ CÓRDOBA

Y ahí estoy yo, en pleno mayo, pero no del glorioso 68 sino del vergonzoso 82. Son las 4:00 p.m. y me acompaña la mitad de los tipos berracos de cuarto de bachillerato del San Bartolomé La Merced ("donde hay un bartolino hay un caballero; donde hay dos, hay tropel"). Estamos en una discoteca juvenil —que nadie mencione la palabra chiquiteca— que se llama Río, en la bogotana quince con noventa y algo, cuando la quince era una calle imponente, y no el cagadero de hoy. A una cuadra está Hamburguesas del Oeste, donde uno puede servirse todo el pepino adicional que le quepa. Río queda en el segundo piso de un edificio que luego fue un Presto y cuando Presto dejó de vender hamburguesas con sabor a Goodyear se convirtió en lo que es hoy: una clínica.

De la cintura para arriba estoy más o menos presentable, pero del ombligo para abajo me nace un pantalón blanco entubado con rayas azules que da grima. Tengo, obvio, billetera de velcro, tenis Rebook negros con banderita de la Gran Bretaña, una camiseta apretada tipo béisbol y una chaqueta de Ticky: conmigo; para no hablar de los especímenes que me rodean, Andrés López podría escribir la segunda parte de su Pelota de letras. Y entonces, exactamente hace 24 años, suena Eye of the tiger, de Survivor, un grupo con nombre de reality que no sobreviviría la década. Hace parte de la banda sonora de Rocky III y nos lleva a todos a la pista, donde es rey mi amigo Kbto, el mejor bailarín del colegio. Se sabe todos los pasos teatrales del momento: el jinete, la pared, el vaquero enlazando y el cachaco.

Kbto y yo, y Nanda, y Girón, y el Pato, y el Pastuso (y todos los otros que se cabrearon con mi artículo en SoHo sobre las reuniones de ex alumnos) estamos hechos de un material muy especial que nos permite, sin avergonzarnos, bailar el ojo del tigre y, un par de meses después, tararear Hard to say I'm sorry, de Chicago, un grupo que canta baladas que no interpretaría Marlon Becerra si fuera a convertirse en pop star (Marlon cantaría Can't fight this feeling, de R.E.O. Speedwagon). Imagínese: creemos que Lionel Richie es un ídolo, aplaudimos a Toni Basil y grabamos casetes con las canciones más fétidas de Hall & Oates (Hall es un gringo maluco con patillas Nike y Oates parece un mendigo guatemalteco).

De Río me voy para la casa en la Chicó-Pasadena-Niza, mi buseta infalible, donde el chofer garantiza que nunca me falte música de Amanda Miguel, Pimpinela, Las Flans, Daniela Romo, Rocío Dúrcal y demás lobadas que, dos décadas después, aceptaré como decorosa música de plancha. Estamos en los repulsivos años 80: el rock en español se presenta en emisoras como algo de broma… David Summers ¿canta? con sus Hombres G, Pilar no tiene bicicleta (pero qué buen par de ***************), conocemos las virtudes de la agüita amarilla, sabemos de memoria la historia de Igor y Penélope y Compañía Ilimitada parece la versión criolla de Soda Stereo. Las letras más serias (porque nadie entiende las de Soda) son de Los Prisioneros, tres chilenos con cara de prisioneros.

Es una época terrible en la que Michael Jackson toca niños, pero nadie se ha dado cuenta. Adoramos las peores y más comerciales canciones de genios como Wonder (Solo llamé a decir te quiero, Chica de rojo… ¡hágame el favor!), creemos que Michael Sembello es un profeta, comentamos (¡qué pena!) lo bien que lo hacen juntos Dolly Parton y Kenny Rogers, juramos que cuando McCartney canta con Jackson Ebony & Ivory y Say, say, say el 'duro' es Jackson, y nos parece de lo más normal Boy George, con túnica, maquillaje y camaleón karmático (como llegaría a parecerse al Jota Mario Valencia de Telesemana).

Todos queremos cantar y bailar como Kevin Bacon en Footloose (lo doblaban cantando y bailando), le hacemos barra a Cindy Lauper (¿Sandra López ), porque nos parece que es la gran competencia de Madonna y Tina Turner nos arrecha un tris. Sé de alguien que quiere dejarse el bigote al estilo de Prince y ninguna de mis amigas duda de la virilidad de George Michael. Phil Collins tiene pelo, cuarenta voces que desperdician comida en sus casas se unen para alimentar al África, Huey Lewis es 'alguien', Falco tiene futuro, se venden discos de Bananarama, Mi abuela (de Wilfred y Las Ganga) es una canción respetable, la melena de Bon Jovi (y David Lee Roth, y Axl Rose, y todo White Snake) tiene su encanto, Tiffany y Debbie Gibson 'prometen', digerimos sin necesidad de barbitúricos a Miami Sound Machine de Gloria y Emilio, Don Fulgencio es toda una celebridad musical, defendemos el reggae ligero de UB40, Menudo nos envenena, pero aceptamos a los New Kids On The Block, no tenemos ni idea de que Milli Vanilli es la gran estafa de la década y, extrañamente, no promovemos una campaña para hundir en lava hirviente a Michael Bolton y a Richard Marx. Tenemos muchos cojones: si es necesario, para levantarnos una vieja, bailamos Fantástica mujer, de Zimm Morris, o El loco y la luna, de Wilfrido (un tipo que se hizo célebre con los bailes del perro, el mico y hasta el marciano).

Son los años 80, pero no todo es una desgracia: hay cosas buenas, musiquita elaborada de Peter Gabriel y The Cure, y rock progresivo… pero las emisoras nos enseñan que en el mal gusto está el placer. Somos hijos de Dorian Gray Villalobos. Todos envejeceremos. Él no. Aún tiene pendiente su cita con el retrato.
 
Esta articulo esta excelente, despeja por fin todas las dudas existentes en cuanto a la muerte de Jimmy Salcedo:

Tras los restos de Jimmy Salcedo
Por: NICOLÁS SAMPER C.

Seis años sin flores no los soporta una novia; una tumba, sí. El florero empotrado está cayéndose a pedazos, la losa de mármol anda descascarándose y la pintura de las letras en su lápida se asemeja al esmalte cuarteado en las uñas de una mujer descuidada. El pasto está largo alrededor del lote 616 donde reposan los restos mortales de Jimmy Salcedo Tafache (en la lápida está Salzedo así, con "z") la gran leyenda televisiva de los años 80. Está solo, nadie lo visita jamás, pero parece que por fin está tranquilo.

Suárez, el celador que se convierte en guía para encontrar la tumba, y se alegra de que por fin alguien vaya a verlo. Nadie, dice él, se arrima nunca. Pero el vigilante andaba equivocado: Gladys se para sábados y domingos sobre el costado occidental de la autopista desde hace catorce años, curiosamente desde el mismo tiempo que Jimmy pernocta por esos lares. Todas las mañanas vende fritanga en las afueras de Jardines del Recuerdo. Cuando el dinero se lo permite, deja esporádicamente pompones en la 616.

Una tarde de domingo se sorprendió cuando una sexagenaria se le acercó. La señora, muy elegante, de sesenta años más o menos, pero con pinta de tener veinte más, la encaró:

—¿Por qué le pone flores al sepulcro de mi sobrino?

Cuando Gladys esperaba una reprimenda injusta, provocada por compadecerse de la agonía del difunto, la mujer la abrazó y soltó un par de lágrimas. Era tía de Jimmy. El tiempo pasó y de vez en cuando Gladys y la tía se veían en el cementerio. Un domingo la señora dejó de ir. De eso ya han pasado seis años. Es bien probable que ya esté cerca de Jimmy, dice Gladys.


Mano a mano musical

Antes de que las bailarinas de nado sincronizado en tierra llamadas 'Super Notas' se untaran de fama gracias a él, Jimmy se había trasladado a Barranquilla cuando era un adolescente porque Mompox, el lugar que lo vio nacer el 9 de marzo de 1944, se le estaba quedando pequeño. Su gran talento para la música empezó a hacer bulla en bares barranquilleros, en los que Jimmy mezclaba sus interpretaciones en el piano con chistes y apuntes que lo empezaron a hacer famoso.

Guillermo García fue uno de sus mejores amigos en vida. García, más conocido como Billy Pontoni, dice que el flaco, recién llegado a Bogotá, golpeaba las congas en La Gaité, un desenguayabadero de artistas ubicado al sur del teatro Lux (calle 20 con carrera 9ª). Le pagaban a Jimmy unos 18 pesos de la época, muy poco, porque el salario mínimo era más o menos de 600 pesos. Pero todo era por encontrar un lugar en el mundo. Por eso, Salcedo no se ponía colorado cuando les pedía a los Street Cumbia un chance para interpretar el piano con ellos, en las noches fastuosas del Guadalajara de la 30, el afamado grill que quedaba en el Centro Internacional.

Funcionó tan bien esa apuesta de colarse de a poco en la fiesta, que la noche ya lo extrañaba cuando él no estaba. Por eso, y a pesar de que los puristas lo criticaran por interpretar el piano con una sola mano, Jimmy, mientras pulía al lado del maestro Alfredo Aragón sus interpretaciones sobre el piano, más parecidas a teclear sobre el rodillo de una Olivetti que a acariciar un Baldwin, ya había establecido su primera agrupación, los Be-Bops.

Un empresario, viendo que el muchacho era talentoso le dijo que se fuera de gira por Europa. Eso sí: solamente había pasajes de ida para todos los integrantes. Allá debía ganar lo suficiente como para comprar el tiquete de regreso. Y la gira duró años: viajaron por todo el Viejo Continente ganando dinero.

Volvió a Bogotá y conformó la mítica agrupación tropical La Onda Tres. Una de sus apariciones con la banda en un programa impulsó a los ejecutivos de Punch para contratarlo como director del programa Mano a mano musical, un concurso de los años 70 en el que había entrevistas y se seleccionaba al cantante más importante del país para que fuera partícipe de algún festival de jerarquía. Se fue con el ganador de este programa, Mario Gareña (cantante devenido en candidato presidencial, que en 1990 propuso cambiar el gorro frigio del escudo nacional por un lebranche tostado), a Osaka, a Expo 70. Alberto Peñaranda, hombre fuerte de la programadora, quedó seducido con la idea que le planteó Jimmy en una charla informal: el afroman haría el programa sobre un atrio, dirigiendo, entre chiste y chanza, una gran orquesta. A su regreso fue nombrado director musical de Punch.

Jimmy empezaba a dejar su estatus de figura de bares, para empezar a escalar peldaños en la farándula. Por eso renunció a su puesto como músico residente en el grill Miramar de la calle 24 con 10. Lo reemplazó en el cargo Billy Pontoni. Era 1971.

Pero la bohemia no fue clausurada por cuenta de las nuevas responsabilidades. La Onda Tres empezó a ser contratada para eventos. El Festival Enka Moda reunió a lo mejor del modelaje y el show biz en 1976. Y, claro, ahí estaba Jimmy animando el show central con Pacheco, Gloria Valencia, Billy Pontoni y Carmenza Duque. Al finalizar el espectáculo, Jimmy abordó a una mujer hermosa. Se dijeron un par de cosas, hubo secretos y risas y Salcedo huyó del lugar con la modelo, seguramente una de las más sublimes que desfiló por la pasarela. Días después, rozagante, se le volvió a ver, contento por su hazaña de "coronar" a la paisita caderona, de maneras tímidas y piel trigueña.


Donde nacen las canciones

Con la creación de Do Re Creativa TV como programadora, a finales de los 70, Jimmy se planteó tres retos: hacer una tribuna que les hiciera un poco más fácil el camino de la fama a los artistas que, como él, alguna vez tuvieron que mendigar por un do de pecho, plasmar la mezcla de humor y música en la televisión y convertir sus emisiones en la plataforma que acercara al famoso con el pueblo y, de paso, para que él se amigara con los dueños del poder.

Willy Newball, productor musical de los programas de Jimmy durante trece años, cuenta que en el momento de pasar los formularios de licitación tras la muerte de Salcedo, Do Re Creativa no ganó ningún espacio. Su figura pesaba mucho, y sin él, ya no era sencillo pelear. Porque Jimmy para luchar y pelear era un hombre de carácter, a veces ofensivo, incluso. Durante una audición le dijo a un guitarrista:

—Diga 'peras'.

—'Peras' —respondió el muchacho.

— Bien —replicaba Salcedo—, ahora diga 'aguacates'.

—'Aguacates' —contestó el sorprendido músico.

—Apréndase esos nombres de verduras y frutas porque ese es su futuro: vender en una plaza de mercado. "Podía ser humillante en ocasiones", comenta Pontoni. Willy Newball añade que "si las cosas salían mal debía existir un motivo. Lo que a él le molestaba era que la gente le escondiera las cosas. 'No me hable cono Cantinflas', decía". Wilson Viveros, baterista de La Onda Tres, y famoso por ser el morocho que tocaba los tambores con cucharas de palo y gorro de chef en los gags de humor para los Meros Recochanboys, además recuerda que "era estricto, exigente, tenía un genio muy difícil".

Cuando vino José Feliciano a Bogotá, Jimmy lo convocó al show —cuenta Newball— y en ese entonces compró un piso de fórmica ajedrezado para adornar el set para la ocasión. Le costó un ojo de la cara. Lo importó desde Miami. Estaban charlando cuando Feliciano le hizo un comentario:

—Oye, Jimmy, ¿ves eso que está en el suelo?

Jimmy enloqueció. Miraba en el piso, buscaba mugre, manchas, lo que fuera. No soportaba que algo saliera mal. Estuvo acurrucado cinco minutos hasta que le dijo:

—José, no veo nada.

Feliciano le respondió: —Yo tampoco, ******************.

Y hasta el tono altisonante de Jimmy podía reñir con la ley, pero igual no le costaba trabajo ser un amable contemporizador: una vez —dice Newball entre carcajadas— estábamos grabando en Cartagena para conmemorar los 450 años de su fundación. Jimmy empezó a tocar el piano, pero una moto sin tubo de escape pistoneaba y no dejaba oír nada. El afroman iracundo gritó:

—¡Corten! ¿Quién es el *************************** que está haciendo ruido?

—Yo soy, ¿por qué? —respondió un policía de malas pulgas y con ganas de llevarse alguien en cana.

Jimmy cambió el tono, sonrió, se echó hacia atrás, le dio una palmadita en la espalda y le respondió:

—"Ooooye, mi llave, no me hagas eeeesto, viejo man".

El acento costeño, lento y seductor que funcionó para que el agente no lo mandara a la mazmorra, sirvió a su vez para convencer a Fernando González Pacheco, Rudy Rodríguez, James Mina Camacho, Marcelo Trobbiani, la familia Turbay, Juan Guillermo Ríos, Nidia Quintero y cientos de personajes públicos, de que cantaran aunque no cantaran.

Cuando las sesiones del show terminaban, la cosa cambiaba. El clima era distendido y la fiesta iba de corrido. Hernando Casanova prestaba su apartamento para reunirse y cuando se aburrían en la casa del 'Culebro' la baraja de sitios estaba al alcance de la mano: Unicornio, Jazz Bar, Keops, Subway, el sótano que alquiló en la casona Villa Adelaida...

Wilson cuenta que cuando su esposa sabía que él estaba con Jimmy ya no se preocupaba tanto por su paradero. Si bien se iba de fiesta larga, al menos contaba con la certeza de saber con quién estaba su marido. Willy en cambio era más inteligente: en el momento que la rumba estaba en el clímax, se iba entre la gente, bailando y haciendo señas, mientras encontraba la salida. A él le tocaba madrugar y responder con horarios de grabación, alistamiento de equipos y coordinación del estudio de grabación en Do Re Creativa TV.

¿Qué había en las fiestas? Nada que no se haya sabido: cocaína, mujeres, alcohol, marihuana... Poco antes de fallecer y para explicar el voltaje de las reuniones sociales, Hernando Casanova explicó con una sentencia concluyente cómo era el escenario cuando el furor de las fiestas alcanzaba los picos más altos: "Con Jimmy metimos hasta cebolla cabezona".

Pero igual, Jimmy era bravo, hasta con la amistad. No dejaba morir a sus "llaves". Cuando la hija de Wilson Viveros cumplió un año de vida, el "grone" bacán invitó a todos sus compañeros, menos a su jefe y amigo: le daba pena meterlo en un inquilinato de la calle séptima con cuarta, donde vivía con su familia. El teléfono sonó y Wilson contestó, mientras ponía un par de guirnaldas:

—Oye, ***************************, ¿qué te está pasando? ¿Yo no soy tu amigo?

—No, Jimmy, es que pa' qué te vienes hasta acá.

—No jodas. Invítame. Donde sea, yo te caigo allá.

A los veinte minutos llegaron en un Renault 4 dos pianos de cola Baldwin, siete músicos y Jimmy. La rumba duró dos días.

Musiloquísimo

Su sepelio fue un sketch de los Meros Recochanboys. Como la frase de cabecera con la que arrancaba el segmento humorístico del Show de Jimmy (el Culebro salía como el león de la Metro Goldwyn Meyer) parecía que en esos instantes sustrajeron de la vida real, amor, pasión, intriga, romance, chicles charmes, mentas, cigarrillos...

Cuando el féretro estaba en la funeraria, una mujer bella, aunque avejentada, dijo ahí y en la Fiscalía que el niño que la acompañaba era hijo del hombre que se encontraba en el ataúd y que para comprobarlo se tendrían que realizar exámenes de sangre (ordenados en noviembre 6 de 1991, pero imposibles de hacer en esa época por el estado de coma de Jimmy) para ratificar la paternidad. Cuando Billy Pontoni la vio, recordó de inmediato su cara y su voz: era la modelo, la paisita caderona, de maneras tímidas y piel trigueña que una noche de 1976 se había escapado del Hotel Intercontinental con Jimmy.

Poco después y con la noticia en las páginas de los diarios, las autoridades ingresaron, con orden de la Fiscalía en mano, al lugar donde lo estaban velando y lo sacaron casi a la fuerza para hacer el cotejo sanguíneo. Los testigos de ese momento recuerdan que arrojaron bruscamente el cadáver a un latón frío, casi como si fuera un desecho, en frente de todos sus deudos. Tras empacarlo en una bolsa, lo metieron a una camioneta que lo condujo a Medicina Legal, como si se tratara de un rapto. Es que la justicia tenía que actuar: si Salcedo era cremado, no podría hacerse el examen de sangre.

Tampoco estaba en las cuentas de nadie que en su despedida, después del anterior episodio, algunos amigos desenfrenados abrieran el cofre para tomarse la última foto con él. Fue la polaroid más desaliñada en la historia de Jimmy, la única en la que no sonrió y levantó el pulgar.

Tres años antes, él no andaba entre necropsias y escalpelos. El 30 de octubre de 1989 estaba peleando con Maritza Vera, uno de sus grandes amores y con quien convivió durante más de ocho años (su relación más estable desde que se divorció de María Cristina Caycedo). Maritza lo pilló con otra mujer y no quería saber nada de reconciliaciones. Bajoneado, se reunió con todos los empleados y en la tarde citó para una grabación en exteriores el 31 de octubre a las siete de la mañana, para sacar adelante una parodia de los Meros, un clásico del humor que dejó entre otros el famoso "Debajo de mi camión", parodia del vallenato El Higuerón del Binomio de Oro o 'Farsán', el Tarzán criollo caracterizado por Hernando Casanova y que aparecía muriéndose del frío al borde del Salto del Tequendama. Por eso, para el día de las brujas debían idear algo interesante.

Cuando se cansó de llamar a Maritza al final de la tarde desde la oficina y el carro, junto con Viveros y Casanova se fueron a un casino para jugarle unas moneditas al destino. Apostaron un par de fichas, tomaron whisky y Jimmy les dijo que se iba, pero que regresaría acompañado de algunas amigas.

—Espérenme acá. Vuelvo en una hora. Paso por mi casa, recojo a las chicas y la seguimos.

A las diez de la mañana de ese día, Jimmy no se hizo presente en las grabaciones. Entonces se dispararon las alarmas: estaba claro que había bebido la víspera, pero siempre cumplía con sus deberes, sin importar lo larga que fuera la fiesta. Llamaron a todos lados y nadie sabía de su paradero. Al final, la Policía, su empleada de confianza, los hermanos y un cerrajero se dieron a la tarea de forzar la puerta del búnker que habitaba. Lejos de los seis pianos de todos los colores que poseía en la sala de su gigantesco penthouse de la 92 con 4ª, Jimmy, agonizante, yacía al lado de una jeringa y de la dosis de insulina que no alcanzó a inyectarse para vivir.

Fueron tres años en estado vegetativo, en los que a Wilson le apretó la mano alguna vez, o en los que se le vio una lágrima de sus ojos perdidos. Maritza Vera lo acompañó día y noche en la agonía interminable, que también fue suya. De su supuesto sida hay desmentidas. Que lo que lo dejó en coma fue una sobredosis, también. La única verdad es el dictamen médico del endocrinólogo William Kattah, médico que lo tuvo a su cuidado: murió como consecuencia de una bronconeumonía que se complicó por su diabetes y su condición neurológica.

Eso de descansar en paz no fue tan sencillo de lograr. Cuando cruzó finalmente el umbral a las cuatro de la madrugada del 27 de octubre de 1992 pasó cerca de una semana para que su cadáver finalmente se refugiara en el fondo de la tierra al lado de Alum Tafache, su madre.

Desde ese entonces, cuando su tumba estuvo atiborrada de amigos que lo vieron bajar hacia el nicho, casi nadie regresó. Se tomaron a pecho eso del "último adiós". El día de su entierro, el redoble de batería estuvo a cargo de Wilson Viveros y estuvo presente su único hijo del que muchos se vinieron a enterar ese día de su existencia, antes de que se fuera a Suiza con el derecho de su herencia, producto de la liquidación completa de Do Re Creativa.

La visita de SoHo y el ramo de pompones (consejo de Gladys) que tocó poner en un vaso plástico que sirvió como improvisado florero, rompieron el ritual de uno de los primeros sepulcros que se asoma a la entrada de Jardines del Recuerdo, ubicado a pocos metros de la calzada occidental de la autopista norte. Tal vez Salcedo nunca pensó en el olvido porque, tal vez sin saberlo, se había asegurado la inmortalidad cuando en la noche, en la TV o en las fiestas, aparecía vestido de blanco, con la elegante mortaja que puede ser un buen esmoquin
 
Alguno de ustedes se acuerda y saben si se puede conseguir en algun lado las aventuras de didi ... creo que aca se llamo DIDI CARCAJADAS ... pero es que buscando por internet muchas personas lo conocen asi ....
 
nrodrigu dijo:
Alguno de ustedes se acuerda y saben si se puede conseguir en algun lado las aventuras de didi ... creo que aca se llamo DIDI CARCAJADAS ... pero es que buscando por internet muchas personas lo conocen asi ....

Yo veia ese programa esperando que se terminara para ver plaza sesamo tomando frescavena:p como a las 4:30pm:D ahi era cuando empezaba la mal llamada franja infantil:confused:
 
me acuerdo los domingos por las noches, tipo 7pm en adelante (años maravillosos, 21 jump street, 90210) y a dormir porque a la mañana siguiente tocaba ir a estudiar al colegio, donde en el descanso hablabamos de las viejotas que salian en 90210 (eran divinas y aun hoy lo son).

Los 80, DIOS!!!!!!!!!!!! despiertanos de este mal sueño y devuelvenos a los 80`s
 

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