Quiero compartir con ustedes este articulo que me gusto mucho, y pues me gustarua leer su opinion del BISEXUALISMO...
Yo nací virgen y seguí siéndolo hasta pasados los 16, cuando conocí a un hombrecito del cual me enamoré con el alma y, por supuesto, con el cuerpo. Después de un año y medio de risas, conquistas, coqueteos y jugueteo al amor, un día ¡plum!, la virginidad se embolató. Diez años después, sentada en un bar, la volví a perder. Eran las 10 de la noche. El hombre con el que salía, al que vamos a llamar Jose, me iba a recoger en cualquier momento, pero yo seguía en bata, recién salida del baño y hablando con Magdalena, mi roommate.
Ya ves, hasta Platón reconoce la bisexualidad femenina dicen Magdalena, plantada entre sus sábanas de seda rosadas, mientras hojea apartes del Symposium.
Lleva dos meses con el tema bisexual, está escribiendo un tratado, que pretende publicar en El Tiempo, sobre la bisexualidad como condición natural, pues no entiende cómo en Colombia simplemente se ignora el tema.
¿Qué vas a hacer hoy? -pregunto yo. Hoy llega Javier de viaje y me pienso arrunchar con él hasta mañana.
Suena el citófono. Llegaron por mí y yo aún en bata. Me paro de la cama de Magdalena y salgo corriendo a ponerme mis Diesel jeans. No sé si en la lavada se encogen, pero siento el talle cada vez más bajo.
¿La negra o la rosada?
Magdalena se asoma a mi cuarto y se inclina por la camisa negra. A ella le gustan las blusas con cuello en V. Me la pongo, pero la
siento apretada, se ve apretada.
-Te crecieron las *****.
-Sí, mijita, cada mes. Ayúdame a quitarme esta vaina.
Levanto los brazos, Magdalena me hala la camisa por encima, se me queda mirando y me dice "pero por lo menos te crecieron una talla".
Volteo a mirarme al espejo y sí, es verdad, se ven rellenitas y
redondas, deliciosas. Magdalena se para junto a mí, mirando el
reflejo en el espejo y se quita la pijama de seda que no se baja
desde que se fue Javier (dice que le huele a él). Estamos las dos
desnudas, analizando nuestros pechos y haciendo una pequeña pero minuciosa comparación frente al espejo. Magdalena levanta su mano y la aprieta contra mi seno, midiendo el tamaño. Siempre lo hace, es un ritual. Hoy son los pechos, ayer fueron las nalgas, es una forma de estar al tanto de cada proceso de cambio en el cuerpo de una mujer.
-Ya no me caben en la mano.
-No seas exagerada -respondo, aunque es verdad, estoy en ese momento del mes donde los labios se inflaman, se enrojecen, los senos crecen, se endurecen: estoy en celo.
Se oye una bocina desde abajo. -Ya empezó Jose a afanar
Me decido por el top rosado, que acabo de comprar donde María Luisa Ortiz, una chaqueta, una bufanda, mis suecos, y salgo corriendo de la casa.
Ya en la calle, mientras me subo al carro de Jose, se escucha un
grito procedente de la ventana de mi casa: "Estás muy mamacita,
muñeca". Era Magdalena. Le boto un beso en el aire y me subo al
carro, que apesta a fermentos: ¿por qué se tiene que bañar en
loción?, ¿cuál es el fin?, ¿intoxicarme? Jose me agarra por el
cuello y me empuja hacia él, me besa fuerte, marcando territorio,
pasea la lengua por mi concavidad, tanteando que sea la misma y reafirmándose en que aún es de él. Saca la lengua y la pasea por los labios. Eso me encanta.
-Vamos, mi amor -¿mi amor? Odio que me diga mi amor.
Llegamos al bar, es miércoles de In Vitro, hay gentecita a la
entrada, el bouncer nos deja pasar sin pagar. No he terminado de subir la última escalera cuando Jose ya no está, ¡se me perdió Jose! El sitio está lleno, hay gente parada fumando, hablando, tomando tequila; trato de buscar a mi lover (le llamo así, novio me parece que le quita el encanto del enamoramiento). Me empino para lograr ver más y encontrar a mi pareja, pero no veo sino cabezas y humo. Me voy derecho al bar, vuelvo a mirar para ver si lo localizo, pero siento que me veo desesperada buscando a alguien, y no lo estoy. Un poco indignada, tal vez. Estar parada en la barra del bar más excéntrico un miércoles en Bogotá, ¡y sola! No, así no es. Me estoy empezando a enojar, así que le doy la espalda a la sala y me pido un ron Viejo de Caldas con una gota de Coca-Cola y limón. -¿Uno? -Sí, uno -¿acaso una persona sola no se puede sentar en la barra de un bar y pedir un ron?
-Salud -miro de reojo y veo a un joven levantando su vaso para
brindar conmigo. ¡Ay, no!, que no me hable, qué jartera. Levanto mi vaso y le hago un gesto de salud sin musitar ni media palabra.
-¿Cómo te llamas?
Noooo, a mí noooo. Qué importa cómo me llame, no quiero tener una conversación. Además, qué manera de comenzar un diálogo, esta no es Barfly, la película, ni él es Mickey Rourke.
Me hago la sorda, pero él vuelve a preguntar. "¿Cómo?", le digo.
"¿Cómo te llamas?" Eh, ave María, ¿es que no se da cuenta de que lo estoy ignorando porque no quiero hablar? -Mi amiga te quiere conocer -dice él.
No sé por qué, pero instintivamente volteé a mirar. Por detrás de él se asoma una mujer pelilisa, robusta, con una mirada intensa y una sonrisita.
-Hola, ¿cómo estás?
Se me para al lado, balanceándose como que se me quiere acercar y a la vez alejar. Le paso mi mano, ella la toma, se acerca hacia mí y me habla al oído.
-Hola, me llamo Sol.
Qué bonito nombre, pienso, y qué rico huele esta mujer. Me da un beso en el pómulo derecho, de los que suenan, se inclina hacia atrás y la vuelvo a mirar. ¡Guau!, qué mujer tan espectacular. Divina.
-Está muy linda tu blusa
-dice Sol.
-Gracias -se me queda mirando. "¿Qué hace?", pienso, "¿qué me
mira?". Continúa mirándome y sonríe más, yo le sonrío igual, no sé si es porque no entiendo o por complicidad.
-¿Puedo?
Levanta su mano y acerca el dedo hacia la línea que se forma donde
se juntan mis senos. Antes de responder, siento sus dedos
deslizándose por mi pecho. Suelto una leve carcajada, ¿qué está
haciendo esta mujer? Me parece surrealista y divertido. Sus dedos siguen bajando por entre mi top, me lo comienza a bajar como si quisiera quitármelo.
-¿Me dejas darte un beso? -no es una pregunta, es una afirmación.
-¿Ah?
Me baja la camisa rosada, dejando expuestos mis senos. Yo volteo a mirar a la sala, alarmada, para ver si alguien está siendo testigo de este acontecimiento. De pronto siento la humedad de una lengua caliente en mi pezón. Me trasladé en tiempo y espacio, me desconecté de todo ser adyacente. Volé.
Miro su boca roja en mi pezón, y la naturalidad con que mueve su
lengua en mi pecho. Mi pezón se puso erecto, está duro. Ella sigue besándolo con ternura y a la vez con pasión. "No pares", piensa mi cuerpo, "todavía no, por favor". Subió su mirada hacia mi mirada, sonrió y levantó la cabeza, acercando su boca a mi boca, y me besó.
Nos besamos. Son los labios más suaves que he besado, y su lengua tocó mi lengua y no nos queríamos despegar. Creo que sentí amor, pasión y dulzura. Me sentía flotando, el tiempo se paró. Ella me arrastró al baño y cerró la puerta detrás. "¿Qué estoy haciendo?" Lo empiezo a dudar, quiero salir del baño y olvidarme de ese beso, pero me hala la curiosidad y me hala ella, es ella, me gustó una mujer, por primera vez he besado a una mujer. Me siento en el mezanine Corona del lavamanos, me dice que soy una mujercita divina. Éramos divinas las dos. Se me acercó, sin quitar la sonrisita de su cara, deslizó muy suave sus manos sobre mis piernas, empezando por las rodillas, hasta terminar en el botón de mis jeans, y me desabotonó los jeans, me los bajó... ¡Y vi a Dios!
A las ocho de la mañana del día siguiente me atacó la taquicardia
-frecuencia excesiva del ritmo de las contracciones cardiacas-. ¿Por qué con una mujer? Freud ha hablado del bisexualismo, Platón hizo referencia a él en el Symposium, pero aun así no me siento bien. Me siento completamente atraída por Jose, pero lo de anoche no fue un suceso normal, fue mágico.
En una cultura como la nuestra este hecho es repudiado por ellas y por ellos, no es permisible tener intimidad con alguien del mismo sexo. Pero les digo, niñas, después de este suceso soy de la teoría que toda mujer debería estar en algún momento con otra mujer. Para qué negar al otro cincuenta por ciento cuando la bisexualidad es un estado natural. El Oxford English Dictionary dice: "La primera definición fue dicha en 1606 por Sylvester: Nuestros padres bisexuales/libres de pecado/en el Edén/el nacimiento comenzaron".
Como quien dice, ¿Adán y Eva eran uno? ¿O gays?
Lo único que sé es que cuando Jose me preguntó qué había sentido yo al estar con una mujer -con esa mujer-, suavidad fue lo primero que se me vino a la boca; lisura y pulidez después. Sentí amor, pasión, locura, incesto, dulzura, arrechera; sentí que me ahogaba. Me ahogué en las aguas de la mujer. ¡Y qué sabor! Sabía a vainilla, a licor, a jamón, jamón-jamón, a la rosa cuando se marchita, a brie, a jazmín, a sexo, a baño. Era la misma sensación de un hielo que no se puede soltar y se mete y se saca de la boca, a la espera de que se derrita, con ganas de morder pero es más rico esperar y jugar.
Este estado bisexual viene y va, es un término medio donde se es gay, lesbiana y straight. Digo 'estado' porque no se es bisexual, se está bisexual, es un momento de atracción hacia otra mujer, bien sea duradero o de una noche, pero existe adentro y hay que oír a la madre naturaleza, que además es mujer. Aunque insisto en que amo a Jose, seguiré saliendo con Jose y el próximo miércoles de In Vitro iré y me encontraré a Sol. ¿Qué pasará? No sé, de pronto volveré a ver a Dios.
"ME DESABOTONÓ LOS JEANS, ME LOS BAJÓ... ¡Y VÍ A DIOS!".
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Poraricia Castañeda
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Yo nací virgen y seguí siéndolo hasta pasados los 16, cuando conocí a un hombrecito del cual me enamoré con el alma y, por supuesto, con el cuerpo. Después de un año y medio de risas, conquistas, coqueteos y jugueteo al amor, un día ¡plum!, la virginidad se embolató. Diez años después, sentada en un bar, la volví a perder. Eran las 10 de la noche. El hombre con el que salía, al que vamos a llamar Jose, me iba a recoger en cualquier momento, pero yo seguía en bata, recién salida del baño y hablando con Magdalena, mi roommate.
Ya ves, hasta Platón reconoce la bisexualidad femenina dicen Magdalena, plantada entre sus sábanas de seda rosadas, mientras hojea apartes del Symposium.
Lleva dos meses con el tema bisexual, está escribiendo un tratado, que pretende publicar en El Tiempo, sobre la bisexualidad como condición natural, pues no entiende cómo en Colombia simplemente se ignora el tema.
¿Qué vas a hacer hoy? -pregunto yo. Hoy llega Javier de viaje y me pienso arrunchar con él hasta mañana.
Suena el citófono. Llegaron por mí y yo aún en bata. Me paro de la cama de Magdalena y salgo corriendo a ponerme mis Diesel jeans. No sé si en la lavada se encogen, pero siento el talle cada vez más bajo.
¿La negra o la rosada?
Magdalena se asoma a mi cuarto y se inclina por la camisa negra. A ella le gustan las blusas con cuello en V. Me la pongo, pero la
siento apretada, se ve apretada.
-Te crecieron las *****.
-Sí, mijita, cada mes. Ayúdame a quitarme esta vaina.
Levanto los brazos, Magdalena me hala la camisa por encima, se me queda mirando y me dice "pero por lo menos te crecieron una talla".
Volteo a mirarme al espejo y sí, es verdad, se ven rellenitas y
redondas, deliciosas. Magdalena se para junto a mí, mirando el
reflejo en el espejo y se quita la pijama de seda que no se baja
desde que se fue Javier (dice que le huele a él). Estamos las dos
desnudas, analizando nuestros pechos y haciendo una pequeña pero minuciosa comparación frente al espejo. Magdalena levanta su mano y la aprieta contra mi seno, midiendo el tamaño. Siempre lo hace, es un ritual. Hoy son los pechos, ayer fueron las nalgas, es una forma de estar al tanto de cada proceso de cambio en el cuerpo de una mujer.
-Ya no me caben en la mano.
-No seas exagerada -respondo, aunque es verdad, estoy en ese momento del mes donde los labios se inflaman, se enrojecen, los senos crecen, se endurecen: estoy en celo.
Se oye una bocina desde abajo. -Ya empezó Jose a afanar
Me decido por el top rosado, que acabo de comprar donde María Luisa Ortiz, una chaqueta, una bufanda, mis suecos, y salgo corriendo de la casa.
Ya en la calle, mientras me subo al carro de Jose, se escucha un
grito procedente de la ventana de mi casa: "Estás muy mamacita,
muñeca". Era Magdalena. Le boto un beso en el aire y me subo al
carro, que apesta a fermentos: ¿por qué se tiene que bañar en
loción?, ¿cuál es el fin?, ¿intoxicarme? Jose me agarra por el
cuello y me empuja hacia él, me besa fuerte, marcando territorio,
pasea la lengua por mi concavidad, tanteando que sea la misma y reafirmándose en que aún es de él. Saca la lengua y la pasea por los labios. Eso me encanta.
-Vamos, mi amor -¿mi amor? Odio que me diga mi amor.
Llegamos al bar, es miércoles de In Vitro, hay gentecita a la
entrada, el bouncer nos deja pasar sin pagar. No he terminado de subir la última escalera cuando Jose ya no está, ¡se me perdió Jose! El sitio está lleno, hay gente parada fumando, hablando, tomando tequila; trato de buscar a mi lover (le llamo así, novio me parece que le quita el encanto del enamoramiento). Me empino para lograr ver más y encontrar a mi pareja, pero no veo sino cabezas y humo. Me voy derecho al bar, vuelvo a mirar para ver si lo localizo, pero siento que me veo desesperada buscando a alguien, y no lo estoy. Un poco indignada, tal vez. Estar parada en la barra del bar más excéntrico un miércoles en Bogotá, ¡y sola! No, así no es. Me estoy empezando a enojar, así que le doy la espalda a la sala y me pido un ron Viejo de Caldas con una gota de Coca-Cola y limón. -¿Uno? -Sí, uno -¿acaso una persona sola no se puede sentar en la barra de un bar y pedir un ron?
-Salud -miro de reojo y veo a un joven levantando su vaso para
brindar conmigo. ¡Ay, no!, que no me hable, qué jartera. Levanto mi vaso y le hago un gesto de salud sin musitar ni media palabra.
-¿Cómo te llamas?
Noooo, a mí noooo. Qué importa cómo me llame, no quiero tener una conversación. Además, qué manera de comenzar un diálogo, esta no es Barfly, la película, ni él es Mickey Rourke.
Me hago la sorda, pero él vuelve a preguntar. "¿Cómo?", le digo.
"¿Cómo te llamas?" Eh, ave María, ¿es que no se da cuenta de que lo estoy ignorando porque no quiero hablar? -Mi amiga te quiere conocer -dice él.
No sé por qué, pero instintivamente volteé a mirar. Por detrás de él se asoma una mujer pelilisa, robusta, con una mirada intensa y una sonrisita.
-Hola, ¿cómo estás?
Se me para al lado, balanceándose como que se me quiere acercar y a la vez alejar. Le paso mi mano, ella la toma, se acerca hacia mí y me habla al oído.
-Hola, me llamo Sol.
Qué bonito nombre, pienso, y qué rico huele esta mujer. Me da un beso en el pómulo derecho, de los que suenan, se inclina hacia atrás y la vuelvo a mirar. ¡Guau!, qué mujer tan espectacular. Divina.
-Está muy linda tu blusa
-dice Sol.
-Gracias -se me queda mirando. "¿Qué hace?", pienso, "¿qué me
mira?". Continúa mirándome y sonríe más, yo le sonrío igual, no sé si es porque no entiendo o por complicidad.
-¿Puedo?
Levanta su mano y acerca el dedo hacia la línea que se forma donde
se juntan mis senos. Antes de responder, siento sus dedos
deslizándose por mi pecho. Suelto una leve carcajada, ¿qué está
haciendo esta mujer? Me parece surrealista y divertido. Sus dedos siguen bajando por entre mi top, me lo comienza a bajar como si quisiera quitármelo.
-¿Me dejas darte un beso? -no es una pregunta, es una afirmación.
-¿Ah?
Me baja la camisa rosada, dejando expuestos mis senos. Yo volteo a mirar a la sala, alarmada, para ver si alguien está siendo testigo de este acontecimiento. De pronto siento la humedad de una lengua caliente en mi pezón. Me trasladé en tiempo y espacio, me desconecté de todo ser adyacente. Volé.
Miro su boca roja en mi pezón, y la naturalidad con que mueve su
lengua en mi pecho. Mi pezón se puso erecto, está duro. Ella sigue besándolo con ternura y a la vez con pasión. "No pares", piensa mi cuerpo, "todavía no, por favor". Subió su mirada hacia mi mirada, sonrió y levantó la cabeza, acercando su boca a mi boca, y me besó.
Nos besamos. Son los labios más suaves que he besado, y su lengua tocó mi lengua y no nos queríamos despegar. Creo que sentí amor, pasión y dulzura. Me sentía flotando, el tiempo se paró. Ella me arrastró al baño y cerró la puerta detrás. "¿Qué estoy haciendo?" Lo empiezo a dudar, quiero salir del baño y olvidarme de ese beso, pero me hala la curiosidad y me hala ella, es ella, me gustó una mujer, por primera vez he besado a una mujer. Me siento en el mezanine Corona del lavamanos, me dice que soy una mujercita divina. Éramos divinas las dos. Se me acercó, sin quitar la sonrisita de su cara, deslizó muy suave sus manos sobre mis piernas, empezando por las rodillas, hasta terminar en el botón de mis jeans, y me desabotonó los jeans, me los bajó... ¡Y vi a Dios!
A las ocho de la mañana del día siguiente me atacó la taquicardia
-frecuencia excesiva del ritmo de las contracciones cardiacas-. ¿Por qué con una mujer? Freud ha hablado del bisexualismo, Platón hizo referencia a él en el Symposium, pero aun así no me siento bien. Me siento completamente atraída por Jose, pero lo de anoche no fue un suceso normal, fue mágico.
En una cultura como la nuestra este hecho es repudiado por ellas y por ellos, no es permisible tener intimidad con alguien del mismo sexo. Pero les digo, niñas, después de este suceso soy de la teoría que toda mujer debería estar en algún momento con otra mujer. Para qué negar al otro cincuenta por ciento cuando la bisexualidad es un estado natural. El Oxford English Dictionary dice: "La primera definición fue dicha en 1606 por Sylvester: Nuestros padres bisexuales/libres de pecado/en el Edén/el nacimiento comenzaron".
Como quien dice, ¿Adán y Eva eran uno? ¿O gays?
Lo único que sé es que cuando Jose me preguntó qué había sentido yo al estar con una mujer -con esa mujer-, suavidad fue lo primero que se me vino a la boca; lisura y pulidez después. Sentí amor, pasión, locura, incesto, dulzura, arrechera; sentí que me ahogaba. Me ahogué en las aguas de la mujer. ¡Y qué sabor! Sabía a vainilla, a licor, a jamón, jamón-jamón, a la rosa cuando se marchita, a brie, a jazmín, a sexo, a baño. Era la misma sensación de un hielo que no se puede soltar y se mete y se saca de la boca, a la espera de que se derrita, con ganas de morder pero es más rico esperar y jugar.
Este estado bisexual viene y va, es un término medio donde se es gay, lesbiana y straight. Digo 'estado' porque no se es bisexual, se está bisexual, es un momento de atracción hacia otra mujer, bien sea duradero o de una noche, pero existe adentro y hay que oír a la madre naturaleza, que además es mujer. Aunque insisto en que amo a Jose, seguiré saliendo con Jose y el próximo miércoles de In Vitro iré y me encontraré a Sol. ¿Qué pasará? No sé, de pronto volveré a ver a Dios.
"ME DESABOTONÓ LOS JEANS, ME LOS BAJÓ... ¡Y VÍ A DIOS!".
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Poraricia Castañeda
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