A mediados del siglo XIX surgieron las primeras inquietudes sobre los confusos orígenes de la ciudad, una de ellas de la pluma del abogado Domingo Malabet, quien con base en la memoria oral tradicional establece el año de 1629 como el de la fundación de Barranquilla por supuestos ganaderos de Galapa. Por tratarse de un mito hecho leyenda, la gente continuó repitiéndola una y otra vez, sin haberse encontrado evidencia documental alguna que le otorgara credibilidad a aquella supuesta versión.
Ante la falta de una “partida de bautismo” que legitimase el nacimiento de nuestra ciudad, se comenzó a utilizar el decreto del gobernador del naciente Estado de Cartagena, don Manuel Rodríguez Torices, mediante el cual se elevó a Barranquilla de su condición de parroquia a la categoría de villa. Esto se hizo como un reconocimiento al entusiasmo que despertó entre sus habitantes la idea de independizarse de la madre patria. Según este decreto, nuestra ciudad conmemora 192 años de haber sido erigida villa.
Durante la primera mitad del siglo XX, la ciudad se convirtió en el puerto más importante de Colombia, con un desarrollo comercial, urbanístico y cultural local sin precedentes. Fue ese un momento en que sus habitantes sintieron la necesidad de conocer sus orígenes, prácticamente desconocidos. Gracias al apoyo del Banco Dugand, José Ramón Vergara y Fernando Baena publicaron en 1922 el primer libro de Historia de la ciudad: “Barranquilla su pasado y su presente”, que se convirtió en el único referente escrito sobre lo ocurrido en sus calles. Acerca de sus orígenes, los autores reprodujeron textos de Domingo Malabet, publicados en el periódico El Promotor en 1875. Quizás la carencia de estudios históricos ha llevado a varias personalidades, como los escritores García Márquez y Marvel Moreno, a afirmar que Barranquilla es una ciudad sin historia.
La ciudad le debe a Carlos Angulo y José Agustín Blanco, haber desentrañado los orígenes de nuestra urbe. El primero, como arqueólogo, demostró que en el casco urbano vivían varios grupos indígenas, incluyendo un enorme cementerio en donde hoy se levanta el Parque Cultural del Caribe. El historiador Blanco, después de casi 20 años de trabajo en los archivos de Bogotá, demostró que existió un pueblo de indios llamado Camacho, luego convertido en sitio de libres hasta que en el siglo XVII comenzó a poblarse de mestizos, mulatos y zambos, de manera espontánea, lo que, a su vez, motivó a Nicolás de Barros a construir una pequeña hacienda agropecuaria, la misma que fue luego reconocida como parroquia.
En los últimos 20 años se han logrado grandes avances respecto al conocimiento de la ciudad, a través de numerosas publicaciones sobre su historia. Hoy la ciudad dispone de un Archivo Histórico, de departamentos de Historia en Uniatlántico y Uninorte, con sendos grupos de investigación reconocidos por Colciencias, revistas de divulgación, conferencias públicas en el Teatro Municipal y una asignatura sobre Historia de Barranquilla, desde hace diez años en la Universidad del Norte. Con todas estas fortalezas, la reflexión sobre la historia de Barranquilla puede y debe estar al nivel que exigen las circunstancias en que se encuentra la ciudad.
En las últimas décadas han ocurrido grandes cambios en ámbitos distintos de la vida del hombre del mundo occidental, y también en la forma como el género humano se piensa en el transcurrir del tiempo, lo que ha conducido a que el vocablo Historia, o Historia de Barranquilla, tenga hoy un significado muy distinto al que tuvo hasta hace poco tiempo.
En nuestros días, cuando se habla de Historia, se refiere uno solamente a lo ocurrido, y no a lo que va a suceder. Nuestra ciudad ha padecido del abuso de la visión moderna de la Historia, en el sentido de que iríamos caminando por la senda del progreso hacia un casi paraíso material y moral, y en donde lo que habría que hacer es empujar hacia delante el carro de la Historia, para llegar mas pronto. Todo lo que había ocurrido, se ordenaba entonces de manera cronológica, en función del presente y hacia una meta final prestablecida.
Se hace necesario que los estudios históricos, los discursos de los dirigentes, los planes académicos de las instituciones educativas, la prensa, etc., incorporen en sus reflexiones las más recientes visiones que se tienen de la Historia. Ya no es posible hacer predicciones, como se intentó hasta hace poco, y lo que nos queda es reconocer las reales posibilidades de la ciudad para apostarle a algunas de ellas. Lo pasado no es ya una secuencia ordenada de eventos. Y lo que la actual generación debe buscar es aquello que le sea útil para superar los problemas actuales y poder vivir, o sobrevivir.
Seguiremos luchando por mejorar las condiciones generales de vida de nuestros conciudadanos, porque es parte de la condición humana, pero no nos dejaremos enceguecer por utopías ni por visiones futuristas, alejadas de nuestra realidad histórica. El 7 de Abril de 1813 se nos erigió como villa en reconocimiento a nuestro amor por la libertad, esa que soñaron los patriotas de Cartagena y que es hoy quizás lo único que vale la pena preservar para poder apostar a las posibilidades que nos brinda esta ciudad a orillas del Mar Caribe, el mar de la Libertad durante todo el proceso de la Independencia.
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