Un libro titulado The Bible Code (“El Código de la Biblia”), cuyo autor es Michael Drosnin, ha constituido un verdadero éxito de ventas e incluso parece que será llevado a la televisión. Su autor afirma que los textos del Pentateuco contienen un complejo código, el cual revela eventos que ocurrieron miles de años después de que la propia Biblia fuera redactada. [...]
Drosnin afirma que hallar relaciones de palabras como las que descubrió en el Pentateuco es “estadísticamente imposible”, y cita probabilidades en contra “de 3.000 a 1, o mucho menores”. Sin embargo, Thomas alega que al tener a su disposición miles de valores de salto y todos los movimientos posibles, Drosnin saca ventaja de billones de oportunidades: “está jugando a la lotería después de haber comprado todos los boletos”. Lo sorprendente sería que no apareciesen combinaciones curiosas.
Thomas estima que, al haberse limitado a un valor de salto máximo de 1.000, él mismo utilizó apenas un 3% de las probabilidades existentes en los textos (un ejemplo de Drosnin fue “Yitzjak Rabin”, que apareció en un inmenso valor de salto de 4.772, o sea saltando 4.772 letras).
Thomas señala, además, que encontrar combinaciones exitosas en un texto en caracteres latinos debería ser incluso más difícil que en hebreo, pues en éste último idioma no se requiere reunir vocales sino sólo consonantes, y con frecuencia una palabra puede identificarse –más bien, interpretarse– estando escrita de maneras diferentes, incluso faltando algunas letras.
Otros investigadores han desestimado también las aseveraciones de Drosnin, quien había emitido un reto en la revista Newsweek: “Cuando mis críticos encuentren un mensaje sobre el asesinato de un primer ministro en ‘Moby Dick’, les creeré”.
El matemático Brendan McKay de la Universidad Nacional de Australia, y sus colegas, hicieron la prueba con traducciones al hebreo de varios libros –incluso, precisamente, Moby Dick. Encontraron en esta novela “predicciones” sobre la primera ministra hindú Indira Gandhi, el presidente libanés René Moawad, el canciller austríaco Engelbert Dollfuss, los presidentes Lincoln y Kennedy, e Yitzhak Rabin, además de otros personajes como León Trotsky, Martin Luther King, Robert Kennedy ¡y la mismísima princesa Diana! (el lector puede consultar este fascinante artículo en
http://cs.anu.edu.au/~bdm/dilugim/moby.html).
El propio Eliahu Rips, cuyo artículo original inspiró a Drosnin, niega haber trabajado con él y asevera no apoyar “ni el libro ni las conclusiones de él derivadas”.
A modo de conclusión, puede decirse que si alguien encuentra “mensajes ocultos” en un disco escuchado al revés, cree ver caras en las nubes o adivina figuras humanas en las rocas del desierto, existirá realmente una percepción, pero no un mensaje.
La percepción de un significado no implica que exista un mensaje intencional; la facilidad con que en un texto procesado en forma compleja aparecen palabras que para nosotros pueden tener algún sentido, no significa que estas hayan sido colocadas allí. La pregunta que encabeza este artículo puede, entonces, responderse así: “nosotros mismos”.