LANeros Argentinos

​

Julio Cortazar (1914-1984), escritor e intelectual argentino y exvecino del barrio

Desde España, Myriam nos envía una historia, de uno de los hechos más recordados de su infancia junto a Julio Cortázar en el barrio, entre Av. San Martín, Comunicaciones y Agronomía.

Recuerdo posible, recuerdo imaginario…

“A las dos, cuando la ola de los empleados termina de romper en los umbrales de tanta casa, Villa del Parque se pone desierta y luminosa. Por Tinogasta y Zamudio bajó Clara taconeando distintamente, saboreando un sol de noviembre roto por islas de sombra que le tiraban a su paso los árboles de Agronomía. (...) Por la calle vacía vino remolonamente el 168, soltando su seco bufido insatisfecho al abrirse la puerta para Clara, sola pasajera en la esquina callada de la tarde."
Julio Cortázar: Ómnibus, 1951

Él ya no está, pero yo sí y he vuelto a recorrer el barrio. Los antiguos moradores, cual fantasmas, caminan por las calles. Escuché sus pasos, escuché sus risas y me escuché cantando...

Y andando por Artigas, hacia la Avenida San Martín, escuché nítidamente una voz que decía:
—¡Hola, Julio! ¡Hola, muchacho!
Era la voz de esa viejecita menuda, pequeña, que peinaba su pelo cano en un apretado rodete, la que pronunciaba las erres muy marcadas y siempre se paraba a hablar con nosotros.
—Buenos días Bobe, deje que le llevo la bolsa —contestaba él con tono amable.
Julio acostumbraba ayudar a su vecina cuando la encontraba volviendo de la feria, al llegar de sus noches de parranda, o de San Juan donde daba clases. Ella lo miraba siempre con simpatía y sonreía al escuchar sus historias mientras la acompañaba.

Cuando entraba a su pieza, en el último piso, Julio se acercaba a la ventana; gustaba aspirar profundamente el aire saturado de aromas y se asomaba a mirar desde arriba la plaza, casi en su totalidad cubierta de hierba, que estaba a los pies de ese bloque largo, de cuatro plantas, con ordenadas filas de ventanas. Enfrente la enmarcaba la hilera de casitas bajas de techos a dos aguas donde destacaba la de la esquina, cubierta por una trama oscura que en verano era colchón verde y en el otoño manto dorado.

Se impregnaba de ese ambiente tranquilo, de suburbio, que tanto apreciaba al llegar, luego de cruzar de oeste a este la pampa. En esos largos viajes apuntaba ideas que quedaban ahí, a la espera; él sabía que algún día podría usarlas. Así, muchos años después, aparecerían en un cuento imágenes del barrio rescatadas de aquella memoria.
​