La construcción del muro que separa Israel de los Territorios Ocupados de Palestina es, con ochenta años de retraso, la realización material de una vieja doctrina sionista, cuya expresión más extrema sostiene que la paz con los palestinos será siempre imposible.
Durante treinta años, los primeros inmigrantes judíos a Palestina ignoraron o soslayaron el problema central de la propuesta del sionismo: la naturaleza de las relaciones entre la Yishuv (la comunidad hebrea de Palestina) y la población nativa, a la que de un modo u otro iban a desplazar. [...]
La violencia ya ensangrentaba en esa misma época [1919] el mandato británico en Palestina y la Secretaría de Colonias recibió en Londres sendos informes de sus máximos responsables en la región: el de la Seguridad, general Clayton, comunicaba: “El antisionismo que hay en la zona va en aumento y, por mucha propaganda que se haga solicitando tranquilidad a los árabes, los esfuerzos están condenados al fracaso”. El general Louis Bols, administrador de Palestina, informaba: “El 90 % de los habitantes de Palestina es totalmente antisionista. Este sentimiento agrupa a cristianos, musulmanes e, incluso, una cantidad nada despreciable de judíos (no ashkenazis)”.
Así, la mayoría de los altos dirigentes sionistas estaba convencida de que sería indispensable la violencia para construir el Estado Judío, aunque pocos lo expresaban públicamente.
Fue el fundador de la derecha sionista, Vladimir Zeev Jabotinsky [...], quien primero se atrevió a tomar el toro por los cuernos en un artículo titulado Sobre el Muro de Hierro (Nosotros y los árabes) que causó una profunda impresión entre los judíos de Palestina. [...] Jabotinsky concluyó que “un acuerdo voluntario entre nosotros y los árabes de Palestina es inconcebible hoy y en un futuro predecible”.
La razón era que los palestinos veían a su país (que era también el de sus antepasados) como su patria y deseaban seguir siendo sus únicos dueños. Burlándose de la actitud desdeñosa de muchos sionistas hacia los árabes, Jabotinsky les recordó que “no son una chusma sino un pueblo vivo. Y un pueblo vivo sólo claudicará en asuntos vitales cuando haya perdido toda esperanza de quitarse de encima a los invasores”.
Advertía que los árabes no eran tontos a los que se pudiera engañar con versiones dulcificadas de los verdaderos objetivos sionistas, ni una tribu mercenaria que abandonara sus derechos a cambio de ventajas económicas. Preveía que los palestinos se opondrían con toda energía al proyecto sionista de “convertir Palestina en la Tierra de Israel”. [...]
Razonaba, finalmente, que mientras se tratara de dos fuerzas más o menos equilibradas no había posibilidad de acuerdo pacífico. Sólo cuando una poderosa fuerza armada y su efecto defensivo y disuasor les convenciera de que era inútil resistirse, los árabes estarían dispuestos a ceder y firmar acuerdos pacíficos con los judíos. [...]
Como algunos sionistas moderados criticaran ácidamente aquella descarnada propuesta, tildándola de inmoral, Jabotinsky, en un segundo artículo, les exhortó a que se pusieran de acuerdo previamente sobre si el sionismo y sus planes eran un fenómeno negativo o positivo desde el punto de vista moral. Si se trataba de un movimiento apoyado en la justicia, triunfaría “sin que importe el consentimiento o el rechazo de los otros”.
Contra estos planteamientos fascistas se creó, en 1925, Brit Shalom (Alianza de Paz), organización minoritaria que representaba la mejor tradición humanista judía. Proponían un acuerdo con los palestinos para crear un Estado binacional, puesto que parecía imposible marcar en el territorio de Palestina un área para los judíos sin desposeer al mismo tiempo a los árabes. Brit Shalom ponía la moralidad por encima de todo y advertía que por el camino que iba “el sionismo se deteriorará hasta convertirse en un chauvinismo absurdo” [...]
En 1919, el Ejecutivo Sionista le encomendó [a Jabotinsky] la organización de la Haganá (defensa), fuerza paramilitar para la defensa de la Yishuv. Para ello, reunió a varios ex camaradas de la Legión Judía y a miembros de las asociaciones deportivas Macabi (Macabeos). En poco tiempo pudo disponer de un mínimo grupo operativo, que cumplió un papel eficaz en defensa de los residentes judíos que desde comienzos de siglo se habían ido instalando en Palestina, durante los levantamientos árabes antisionistas de los años veinte. [...]
En 1923 creó BETAR, una organización calcada del modelo nacionalsocialista alemán que tanto admiraba, con toda su parafernalia de uniformes militares, camisas pardas, correajes, disciplina castrense, exaltación del heroísmo y de la violencia, eslóganes incendiarios como “Con fuego y sangre Judea renacerá” o “No hay ley ni justicia ni Dios en el cielo. Sólo una ley que decide y sobrepasa a todas: la ocupación judía de la tierra”.
Dos años más tarde, Jabotinsky fundó el Partido Revisionista, origen de la derecha israelí, que reivindicaba para el futuro Estado judío todo el territorio del Mandato entregado por la Sociedad de las Naciones a Gran Bretaña (incluía ambas orillas del río Jordán). Y, por supuesto, pugnaba por el abandono de la política de moderación impuesta por la Histadrut a la Haganá. [...]
Después de la Revuelta Árabe de 1936, Ben-Gurion llegó a las mismas conclusiones que Jabotinsky trece años antes: los palestinos eran un movimiento nacional que por su naturaleza resistía y se opondría con todas sus fuerzas a la presencia sionista en su tierra. Por eso Ben-Gurion creía ahora que los árabes seguirían combatiendo a los sionistas mientras les quedara alguna brizna de esperanza de evitar que se apoderasen de su país.
“Nosotros y ellos queremos lo mismo: Palestina”, confesó abiertamente. “Si yo fuera árabe me alzaría contra la inmigración (judía), responsable en el futuro de entregar el país” a un gobierno sionista. [...]
[En 1930] un grupo de oficiales descontentos con la moderación, abandonó la organización y fundó la IRGUN BET, una banda terrorista con una estrategia agresiva y amoral que no ponía límites a sus actuaciones. [...] Un sector para el que todo esto era aún demasiado “blando” se escindió de la Irgun (Begin) y fundó la BANDA STERN (Shamir), cuyos métodos de terror sobrepasarán en violencia y desatino a los de la organización madre.
Salvo un breve período de enfrentamiento entre la Haganá y sus dos desprendimientos, los tres grupos actuaron de consuno durante los enfrentamientos que precedieron a la Primera Guerra Árabe-Israelí de 1948. Las mayores atrocidades perpetradas conjuntamente por los sionistas contra la población civil palestina -como la masacre de Deir Yassin- fueron llevadas a cabo por la Irgun y la Banda Stern bajo el paraguas de la Haganá. El terror desatado por las fuerzas sionistas, que provocó la huida de 700.000 palestinos de sus tierras, fue eficazmente practicado por las tres fuerzas.
En 1948 la Haganá, el principal muro de hierro, se convirtió en la Fuerza de Defensa de Israel (FDI), el actual ejército del Estado judío. La Irgun y la Banda Stern fueron disueltas y sus miembros se integraron en las fuerzas armadas israelíes. Años más tarde, los dirigentes de las tres organizaciones que constituyeron la FDI llegarían a los más altos cargos políticos del Estado de Israel. David Ben-Gurion, Menahem Bejín y Yitzhak Shamir fueron primeros ministros. [...] La política israelí del muro de hierro, es decir, la construcción y mantenimiento de un poderoso ejército -dotado de armamento nuclear desde hace más de dos décadas- ha sido continuada durante 55 años, resultando muy eficaz para proteger al Estado judío de los reclamos de los damnificados.
En la práctica, la doctrina del muro de hierro sufrió transformaciones no previstas por Jabotinsky. Shamir, por ejemplo, la llevó al extremo de tomarla como justificación del mantenimiento del statu quo con los palestinos. “Para él -dice el historiador israelí Avi Shlaim, profesor de Relaciones Internacionales en el St. Anthony College de Oxford- el muro de hierro era el baluarte contra el cambio, un instrumento para mantener a los palestinos en el estado de permanente sometimiento a Israel”.
La historia ha demostrado que Jabotinsky tampoco estaba en lo cierto al pensar que el muro de hierro militar y su “efecto disuasorio” acabaría poniendo de rodillas a los palestinos... por lo menos, hasta ahora.
Pocos dudaban hasta ahora de la invencibilidad de Israel, pero los árabes de Cisjordania y Gaza han encontrado otros métodos para oponerse al opresivo aparato militar de sus enemigos. La intifada fue una invención que Jabotinsky no pudo prever, y el terrorismo suicida de los sectores más beligerantes del movimiento palestino constituye un arma que -si bien impide cualquier intento de paz, coincidiendo en ello con los elementos más agresivos del sionismo y de sus aliados incondicionales- crea un estado permanente de guerra e inestabilidad para Israel, que sus desproporcionadas respuestas militares no logran erradicar. La situación aparece dominada -sin solución de continuidad desde hace ya más de un siglo- por el primitivo paradigma de las etnias semíticas: “ojo por ojo, diente por diente”. [...]
De la frontera de Gaza con Israel comenzó a levantarse en 1994 un valladar formidable, compuesto por alambre de púas tendido en espiral y fijado por fuertes postes de hierro; tras él, una franja de arena, rastrillada todos los días para detectar huellas de alguien que la hubiera pisado. A continuación, una alta malla metálica dotada de sensores, observada por cámaras de televisión y controlada por altas torres metálicas donde se registra cualquier roce, aunque fuera el choque de un pájaro, y se siguen las imágenes que transmiten las cámaras de televisión. Tras ese obstáculo comienza el territorio de Israel, con una nueva superficie de arena, también rastrillada a diario, y una nueva alambrada de púas tendida en espiral y sólidamente fijada al terreno.
El primer ministro Yitzhak Rabin justificó su construcción como medida de seguridad para salvar el proceso de paz de Oslo, amenazado por los terroristas. Si bien no logró esto último, el vallado resultó plenamente satisfactorio: desde su inauguración en 1995, nadie ha logrado franquearlo.
Benjamín Netanyahu, uno de los responsables del fracaso de Oslo, tomó ejemplo y, tras los acuerdos de Hebrón (15-1-1997) decisió levantar su muralla para proteger a los 450 colonos que se quedaron en aquel asentamiento, rodeado por 400.000 palestinos. Alambradas, postes de hierro y cemento y un alto muto de hormigón separan a ambas comunidades, aunque no impiden las pedradas de la intifada, que son más una provocación que un daño, dada la altura del obstáculo y la distancia de sus objetivos. [...]
Como el portentoso aparato militar de las FDI, pese a la utilización sin ambages del terrorismo de Estado, no era suficiente para controlar la resistencia civil de los palestinos, el gobierno de Sharon comenzó en 2002 a levantar un muro de separación que discurría sobre la Línea Verde, la frontera entre Israel y los Territorios Ocupados de Cisjordania.
Cuando esté terminada, alcanzará 350 km de longitud y su altura, según tramos, los 8 metros. Del lado palestino comprende una espiral de alambre de púas fijado a postes de hierro u hormigón; después una zanja, insalvable incluso para vehículos todoterreno; luego, una pista cubierta de arena donde se detectan las huellas de cualquier paso, recorrida por patrullas militares israelíes; a continuación una valla de alambre dotada de sensores y cámaras de vigilancia y, en las zonas conflictivas, cerca de los núcleos de población, muros de cemento interrumpidos cada 300 metros por torres de vigilancia. Ya en territorio israelí, se abre una nueva pista de vigilancia, otra barrera de alambre de púas y más cámaras de televisión. [...]
En el plano legal, conculca la legislación internacional sobre territorios ocupados: desde la resolución 242, 338 y siguientes de la ONU -que urgen la devolución de los Territorios Ocupados- al artículo 47 de la IV Convención de Ginegra -que prohíbe la incautación y la destrucción de la propiedad de los territorios ocupados- o al artículo 52 de la Regulación de La Haya (1907) -que prohíbe a los ocupantes hacer modificaciones en los territorios ocupados-. Ante estas acusaciones, Israel replica que se trata de una medida provisional para proteger la vida de sus ciudadanos. Lo de la provisionalidad nadie puede creérselo, vistos los antecedentes y “su extensión, naturaleza, costo (superior a los 350 millones de dólares) y, en particular su penetración en los territorios palestinos, sugiere que el proyecto tiene una vocación de permanencia”, aseguran en la ONU. Todos los recursos palestinos dirigidos a los tribunales israelíes han sido rechazados. [...]
Moralmente, constituye una conculcación en pleno siglo XXI de numerosos derechos palestinos a la propiedad, al trabajo, a la familia y a la libertad de movimientos y de decisión sobre el propio futuro. El muro ha sido impuesto, aisla pueblos, atraviesa propiedades, separa a los campesinos de sus tierras, descuaja olivares, divide familias, obliga a tramitar permisos de paso que pueden ser denegados o retirados. Ciudades como Qualquilia quedaron convertidas en guetos rodeados de un muro vigilado por militares. ¿No nos recuerdan estos hechos hazañas similares de la Gestapo y las SS en la Europa de los años 30 y 40? ¿Alguna vez pagará Israel las indemnizaciones correspondientes, como hizo Alemania después de 1945?
Económicamente, el muro resulta ruinoso porque limita hasta casi impedirlo el trabajo de los palestinos en Israel. El muro discurre sobre la Línea Verde, pero siempre por dentro de territorio palestino: sólo eso supone 14.000 hectáreas de terreno cultivable, 14 pueblos aislados de sus tierras y 12.000 familias embotelladas entre Israel y el muro que han perdido los mercados para sus productos, dependiendo de las autoridades judías tanto para cruzar el muro como para entrar en Israel. “Los pozos de agua están del otro lado. Tuvimos que construir un nuevo cementerio. Lo único que nos queda ahora es morirnos y enterrarnos aquí”, se lamenta uno de los afectados.