Un minuto.
Voy a tomarme un minuto,
no le robaré más tiempo al tiempo,
pero supondré que
al no darle cuerda al reloj,
el tiempo se detiene,
y podré hacer que ese minuto
dure lo que quiera.
En ese minuto llegarás
y sin pedirme permiso
te sentarás al lado mío,
y sin que me digas una palabra
intentaré leer tus ojos
para saber la respuesta.
¿Cuál pregunta?
Tú sabes,
una pregunta que no conozco,
pero como una especie de adivino
intentaré descifrar con el movimiento
de tus labios al besar.
El silencio reinará,
suficiente para ese minuto.
Las palabras sobran,
secuestrarían ese minuto
que con tanto esfuerzo le robé al tiempo,
por eso,
no son invitadas de honor
como en otros momentos.
La respuesta la sabré
tan sólo unos segundos
antes de que el minuto se acabe,
y te darás cuenta que leí tus ojos
porque mis brazos
te esperan para abrazarte
mientras caes de tu dulce vuelo.