auque el autor no es nadie, pero tiene unos articulos que para Mi son acertados, y yo lo vivo en carne propia a cada momento.
Me volví uribista
Por: Daniel Samper Ospina
Como no aguanto tanta presión de grupo, he decidido volverme uribista.
De modo que de ahora en adelante botaré mis libros de filosofía y mi filósofo de cabecera será José Obdulio Gaviria.
Creeré que la meritocracia para ser nombrado en una embajada consiste en ser hijo de un político uribista, ojalá costeño y ojalá corrupto
Creeré que los paras eran un mal menor, necesario para acabar con la guerrilla.
Me parecerá que los crímenes de los paras no eran tan graves
Estigmatizaré a la izquierda y pensaré que cuanta persona oiga a Silvio Rodríguez, tome vino caliente o use mochila, en realidad es un terrorista en potencia.
Creeré que vamos ganando la guerra y lo que nos hacía falta era mano dura
No aceptaré las derrotas y saludaré a mis rivales con asco y sólo cuando sea inevitable
Recortaré las columnas de Fernando Londoño, y lo que tiene aun más mérito trataré de leerlas hasta el final sin quedarme dormido
Creeré que deberíamos hacer una constitución a la que uno pudiera cambiar un articulito cada vez que se le dé la gana, para que Uribe no se vaya nunca de la presidencia
Creeré que no hay nadie fuera de Uribe, ni hubo nadie antes, ni habrá nadie después
Me compraré un caballo y un sombrero y los cabalgaré y no me sentiré como un Ochoa sino como un Uribe al hacerlo
Creeré que Uribe es entretenido incluso hablando de fútbol
Me cortaré el pelo al ras, me apuntaré el botón del bobo
Tendré sexo con las medias puestas y solamente para procrear
Ingresaré al Opus Dei
Admiraré a Franco en secreto
En adelante soy uribista, les pido a mis vecinos y a las personas que me rodean, que por favor ahora si me acepten.
este es otro articulo de el autor
http://www.semana.com/noticias-opinion/como-volvi-uribista/125907.aspx
como se que no todos lo leeran pondre unas apartes.
En la mesa de la sala había una foto del presidente Uribe con una dedicatoria de su puño y letra. Siempre me he preguntado por qué se da este fenómeno. ¿Por qué hay gente que pone en la sala la foto de la familia presidencial como si fuera parte de la decoración? ¿Por qué son tan sapos? Por dignidad tendría que ser un gesto recíproco: yo, al menos, sólo colgaré un retrato de los Uribe Moreno en la sala de mi casa el día en que ellos cuelguen uno de mi familia, por ejemplo el de aquel paseo que hicimos a San Andrés, en la sala de Palacio.
En un momento dado fui al baño y cuando regresé, ya estaban hablando de política.
—Lo que está haciendo es muy grave –decía asqueado el abogado–. ¿Qué tal ese show de populismo que hace en televisión los fines de semana?
—Eso es lo de menos –dijo la esposa del empresario–: lo más grave es que se cree el Mesías.
—Sí, sí –se animó el abogado–: y no le da pena cambiar las reglas para eternizarse en el poder, aunque el país quede como una república bananera.
Este último comentario me pareció excesivo e, inundado de una rabia patriótica que no supe contener, exigí respeto por el presidente Uribe.
—¡Cuál presidente Uribe! –me dijo el paisa–. Estábamos hablando de Chávez, papá: ¡¿o es que no te gusta Álvaro?! ¡Decí pues! ¡Contá!
Desde entonces toda la charla fue un largo elogio a Uribe: a su hablado coloquial, a su política de guerra, a sus ojos color miel.
En un momento dado me preguntaron qué pensaba de él y cometí el error de tomarme en serio y de decirlo: dije que para mí la violencia era el estornudo, pero no el resfriado; que el resfriado es la iniquidad social que hay en Colombia. Y que Uribe tranca el estornudo, pero no la gripa.
—¡Decime entonces quién ha hecho más que Uribe, pues, huevón! –volvió a la carga el paisa.
—Eso sí ha hecho demasiado –reconocí cada vez con menos voz–: cambió la Constitución, se tomó todas las ramas del Estado.
—¡Y qué, compa, si esas vainas estorbaban! –me dijo el abogado de Montería–. Necesitábamos un tipo berraco, que no se enredara en pendejadas.
La esposa del abogado, una mujer de *************** operadas y pelo teñido que no estaba mal, hay que decirlo todo, dijo que con Uribe ahora la gente sí viajaba. Fue en lo único que estuve de acuerdo: ahora la gente viaja más. Sobre todo los desplazados.
como no aguanto la presión social de no serlo, en adelante me declaro uribista. Creeré que los crímenes de los paras eran un mal necesario y que no eran tan graves como los de la guerrilla; estaré seguro de que lo que necesitaba este país era mano dura y no justicia social; pensaré que después de Íngrid, en Colombia ya no quedan secuestrados, y que los que haya deben ser rescatados por la fuerza y aunque los maten; me informaré sólo a través de RCN y de El Colombiano; ingresaré en el Opus Dei; compraré acciones de Invercolsa; me cortaré el pelo a ras; almorzaré en La Margarita del 8 para ver caballos finos. Y nunca, nunca, nunca volveré a dudar de nada.
con esto no se trata de cambiar el aprecio, o en algunos casos el fanatismo por Uribe, pero por lo general los uribistas reclaman respeto , lo mismo reclamo yo a los pocos o muchos, eso no importa, que no estamos de acuerdo con la politica de el, porque eso no nos hace ni seguidores de Chaves, ni de correa, ni mucho menos guerrilleros.
perdon por esto tan largo.