Un artículo editorial de Jim Zemlin, máximo responsable de la Linux Foundation, retoma un tema muy polémico que divide a los usuarios de Linux. Se trata de la fragmentación que existe en este mercado y de si esta es buena o mala para el futuro de nuestro sistema operativo favorito.
Zemlin comienza hablando de las críticas que se han recibido respecto a proyectos como MeeGo, Android o webOS, todos con base Linux pero desarrollados por distintas empresas aunque con la misma orientación, la conquista del segmento de la movilidad. Parece que cada uno de estos proyectos “va a lo suyo”, provocando una fragmentación inevitable que no obstante hay que ver -eso dice Zemlin- de modo positivo.
Y es que según este cibergurú del mundo Linux, “La plataforma Linux está fragmentada y unificada al mismo tiempo“.
La reflexión es interesante, ya que en algo tiene razón: los componentes upstream son la base única del sistema operativo, y cualquier proyecto basado en linux tiene que comenzar por la elección de un kernel Linx que, atención, sí está unificado en el llamado “mainline kernel“. Si un fabricante o desarrollador toma ese núcleo como referencia, estará partiendo de una base única que comparten un montón de proyectos derivados de esa base.
Lo mismo ocurre con proyectos como X.org, glibc, GNOME, QT, WebKit, CUPS, etc, que son “módulos” de sistemas operativos para todo tipo de plataformas y que de nuevo se basan en un desarrollo unificado.
Zemlin no obstante apunta a un problema en la fragmentación de aplicaciones y las API que utilizan los desarrolladores. En el artículo se da como ejemplo a Android, que ha seguido un camino algo distinto aunque ahora los responsables del proyecto están intentando “volver al redil” para que sus componentes y modificaciones vuelvan a formar parte del ya mencionado “mainline kernel” del que fueron “expulsados” por no cumplir con los requisitos de este componente básico.
Personalmente creo firmemente en que la existencia de varias alternativas es siempre una buena noticia: lo que no te dé una, te lo dará otra, y en esa riqueza de alternativas está una de las grandes fortalezas del ecosistema Linux. Puede que efectivamente existan algunas desventajas -tanta opción confunde al usuario novel, por ejemplo- pero todas ellas están compensadas por esa versatilidad y esa multiplicidad.
Fragmentación en Linux, ¿buena o mala? (II)
Uno de los interminables debates en torno al mundo GNU/Linux es, sin duda, la gran cantidad de distribuciones que hay y la fragmentación del mercado que eso conlleva. Pero aunque hay voces discordantes dentro de la misma comunidad linuxera, casi todas las críticas suelen venir del exterior, de quienes se acercan por primera vez al sistema del pingüino o simplemente lo observan desde la distancia.
Para el usuario recién llegado, uno de los puntos mas desconcertantes es la amplia variedad de “versiones de Linux” que existen. Y lo que es peor, cuanto más se adentra en este mundillo, más opciones encuentra.
Hace un tiempo ya tratamos este tema este tema en relación a un artículo escrito por Jim Zemlin, máximo responsable de la Linux Foundation, en el que respondía a críticas contra proyectos como Android o MeeGo: soluciones con un mismo fin que no obstante desarrollan su camino de forma separada; algo parecido a lo que ocurre con las distribuciones ordinarias. Según Zemlin, ya hay una significativa unión en cuanto a los componentes básicos con los que se construye cualquier sistema basado en Linux, como el kernel o las principales librerías (X.Org, Glibc, GTK+, Qt, etc).
Pero lo que cualquier desarrollador e incluso empresa dentro del sector pueden entender, sigue resultando confuso para el usuario novel. Y algo de razón no le falta a ese diagnóstico: actualmente se cuentan unas 300 distros en activo. Realizando un análisis superficial de esta situación, es fácil llegar a la conclusión de que tal duplicidad de esfuerzos, muchas veces enfocados en la misma dirección, sólo fragmentan a una comunidad que podría permanecer unida con un fin único.
Si siguiéramos por ese camino y aún sin ser real tal afirmación, el ejemplo más claro de esa visión lo tendríamos representado por Ubuntu, sistema al que mucha gente ya toma como sinónimo de Linux, aunque sólo sea un distro más. Demuestra, sin embargo, que proyectos mayoritarios pueden coexistir sin problemas con múltiples alternativas a su alrededor. De hecho, el distrohopping es algo habitual entre los usuarios que ya llevan un tiempo en Linux (muchos de los cuales llegan a través de Ubuntu).
Hay dos razones primordiales por las que esta situación es así y no tiene visos de cambiar. La primera es tan intrínseca como la libertad del software en el que se basan todos los desarrollos GNU/Linux, con unas licencias que permiten tanto a empresas como a usuarios construir su propio sistema operativo y ofrecerlo dentro de unos términos acordados. La segunda, por extensión, es la de poder adaptar dicho software a necesidades específicas.
Conclusión: mientras el FLOSS siga siendo FLOSS, esto es lo que hay. Personalmente, a mí me encanta esta situación: si necesito adaptar un equipo al milímetro tengo a mi disposición soluciones como Arch Linux o Slackware; para equipos de oficina SUSE -openSUSE desde hace un tiempo- siempre ha sido mi preferida, aunque ahora Linux Mint me ha ganado un poco; para el escritorio de algún amigo, Ubuntu y familia me parecen una excelente alternativa; si hablamos de servidores, Debian y CentOS son magníficas… Y así hasta más posibilidades de las que pueda manejar una sola persona.
El problema desde el exterior ya lo sabemos, la gente se siente un poco confundida, y razón no le falta. Desde el interior la cosa es distinta, y si bien entendemos perfectamente cómo funciona este ecosistema en el que nos movemos, según qué situaciones no son del agrada de muchos (y no vamos a entrar en eso ahora). Pero ¿qué otra cosa podemos hacer que no sea tirar hacia delante?
Fuente:
http://www.muylinux.com/2010/05/12/fragmentacion-en-linux-¿buena-o-mala/
http://www.muylinux.com/2011/05/18/fragmentacion-en-linux-buena-o-mala-ii/
Zemlin comienza hablando de las críticas que se han recibido respecto a proyectos como MeeGo, Android o webOS, todos con base Linux pero desarrollados por distintas empresas aunque con la misma orientación, la conquista del segmento de la movilidad. Parece que cada uno de estos proyectos “va a lo suyo”, provocando una fragmentación inevitable que no obstante hay que ver -eso dice Zemlin- de modo positivo.
Y es que según este cibergurú del mundo Linux, “La plataforma Linux está fragmentada y unificada al mismo tiempo“.
La reflexión es interesante, ya que en algo tiene razón: los componentes upstream son la base única del sistema operativo, y cualquier proyecto basado en linux tiene que comenzar por la elección de un kernel Linx que, atención, sí está unificado en el llamado “mainline kernel“. Si un fabricante o desarrollador toma ese núcleo como referencia, estará partiendo de una base única que comparten un montón de proyectos derivados de esa base.
Lo mismo ocurre con proyectos como X.org, glibc, GNOME, QT, WebKit, CUPS, etc, que son “módulos” de sistemas operativos para todo tipo de plataformas y que de nuevo se basan en un desarrollo unificado.
Zemlin no obstante apunta a un problema en la fragmentación de aplicaciones y las API que utilizan los desarrolladores. En el artículo se da como ejemplo a Android, que ha seguido un camino algo distinto aunque ahora los responsables del proyecto están intentando “volver al redil” para que sus componentes y modificaciones vuelvan a formar parte del ya mencionado “mainline kernel” del que fueron “expulsados” por no cumplir con los requisitos de este componente básico.
Personalmente creo firmemente en que la existencia de varias alternativas es siempre una buena noticia: lo que no te dé una, te lo dará otra, y en esa riqueza de alternativas está una de las grandes fortalezas del ecosistema Linux. Puede que efectivamente existan algunas desventajas -tanta opción confunde al usuario novel, por ejemplo- pero todas ellas están compensadas por esa versatilidad y esa multiplicidad.
Fragmentación en Linux, ¿buena o mala? (II)
Uno de los interminables debates en torno al mundo GNU/Linux es, sin duda, la gran cantidad de distribuciones que hay y la fragmentación del mercado que eso conlleva. Pero aunque hay voces discordantes dentro de la misma comunidad linuxera, casi todas las críticas suelen venir del exterior, de quienes se acercan por primera vez al sistema del pingüino o simplemente lo observan desde la distancia.
Para el usuario recién llegado, uno de los puntos mas desconcertantes es la amplia variedad de “versiones de Linux” que existen. Y lo que es peor, cuanto más se adentra en este mundillo, más opciones encuentra.
Hace un tiempo ya tratamos este tema este tema en relación a un artículo escrito por Jim Zemlin, máximo responsable de la Linux Foundation, en el que respondía a críticas contra proyectos como Android o MeeGo: soluciones con un mismo fin que no obstante desarrollan su camino de forma separada; algo parecido a lo que ocurre con las distribuciones ordinarias. Según Zemlin, ya hay una significativa unión en cuanto a los componentes básicos con los que se construye cualquier sistema basado en Linux, como el kernel o las principales librerías (X.Org, Glibc, GTK+, Qt, etc).
Pero lo que cualquier desarrollador e incluso empresa dentro del sector pueden entender, sigue resultando confuso para el usuario novel. Y algo de razón no le falta a ese diagnóstico: actualmente se cuentan unas 300 distros en activo. Realizando un análisis superficial de esta situación, es fácil llegar a la conclusión de que tal duplicidad de esfuerzos, muchas veces enfocados en la misma dirección, sólo fragmentan a una comunidad que podría permanecer unida con un fin único.
Si siguiéramos por ese camino y aún sin ser real tal afirmación, el ejemplo más claro de esa visión lo tendríamos representado por Ubuntu, sistema al que mucha gente ya toma como sinónimo de Linux, aunque sólo sea un distro más. Demuestra, sin embargo, que proyectos mayoritarios pueden coexistir sin problemas con múltiples alternativas a su alrededor. De hecho, el distrohopping es algo habitual entre los usuarios que ya llevan un tiempo en Linux (muchos de los cuales llegan a través de Ubuntu).
Hay dos razones primordiales por las que esta situación es así y no tiene visos de cambiar. La primera es tan intrínseca como la libertad del software en el que se basan todos los desarrollos GNU/Linux, con unas licencias que permiten tanto a empresas como a usuarios construir su propio sistema operativo y ofrecerlo dentro de unos términos acordados. La segunda, por extensión, es la de poder adaptar dicho software a necesidades específicas.
Conclusión: mientras el FLOSS siga siendo FLOSS, esto es lo que hay. Personalmente, a mí me encanta esta situación: si necesito adaptar un equipo al milímetro tengo a mi disposición soluciones como Arch Linux o Slackware; para equipos de oficina SUSE -openSUSE desde hace un tiempo- siempre ha sido mi preferida, aunque ahora Linux Mint me ha ganado un poco; para el escritorio de algún amigo, Ubuntu y familia me parecen una excelente alternativa; si hablamos de servidores, Debian y CentOS son magníficas… Y así hasta más posibilidades de las que pueda manejar una sola persona.
El problema desde el exterior ya lo sabemos, la gente se siente un poco confundida, y razón no le falta. Desde el interior la cosa es distinta, y si bien entendemos perfectamente cómo funciona este ecosistema en el que nos movemos, según qué situaciones no son del agrada de muchos (y no vamos a entrar en eso ahora). Pero ¿qué otra cosa podemos hacer que no sea tirar hacia delante?
Fuente:
http://www.muylinux.com/2010/05/12/fragmentacion-en-linux-¿buena-o-mala/
http://www.muylinux.com/2011/05/18/fragmentacion-en-linux-buena-o-mala-ii/