- El pez Babel -dijo en voz baja la Guía del autoestopista galáctico- es pequeño,
amarillo, parece una sanguijuela y es la criatura más rara del Universo. Se alimenta de la
energía de las ondas cerebrales que recibe no del que lo lleva, sino de los que están a su
alrededor. Absorbe todas las frecuencias mentales inconscientes de dicha energía de las
ondas cerebrales para nutrirse de ellas. Entonces, excreta en la mente del que lo lleva
una matriz telepática formada de la combinación de las frecuencias del pensamiento
consciente con señales nerviosas obtenidas de los centros del lenguaje del cerebro que
las ha suministrado. El resultado práctico de todo esto, es que si uno se introduce un pez
Babel en el oído, puede entender al instante todo lo que se diga en cualquier lenguaje.
Las formas lingüísticas que se oyen en realidad, descifran la matriz de la onda cerebral
introducida en la mente por el pez Babel.
»Pero es una coincidencia extrañamente improbable el hecho de que algo tan
impresionantemente útil pueda haber evolucionado por pura casualidad, y algunos
pensadores han decidido considerarlo como la prueba definitiva e irrefutable de la no
existencia de Dios.
»Su argumento es más o menos el siguiente: «Me niego a demostrar que existo», dice
Dios, «porque la demostración anula la fe, y sin fe no soy nada».
»«Pero», dice el hombre, «el pez Babel es una revelación brusca, ¿no es así? No
puede haber evolucionado al azar. Demuestra que Vos existís, y por lo tanto, según
Vuestros propios argumentos, Vos no. Quod erat demonstrandum».
»«¡Válgame Dios!», dice Dios, «no había pensado en eso», y súbitamente desaparece
en un soplo de lógica.