Los ‘hackers’ de entonces lo tenían relativamente fácil, les bastaba con abrir un sobre, leer el contenido y volver a cerrarlo, y fue en ese momento cuando alguien inventó el sello de cera o cuño. Ya sabes, derramas algo de cera derretida justo donde el sobre se cierra y a continuación le estampas un sello personal que, en aquellos tiempos, nadie podía replicar fácilmente.
Noticia Completa aqui