Califica La última pelicula que viste

Con CW no va a pasar esto porque Marvel cuenta muy bien sus historias y ya lleva mucho camino, así que los personajes ya están establecidos.

Por eso la cagó WB/DC, porque primero debieron establecer bien a los personajes de su universo y luego si hacer la fusión de ellos en la JL. Si hubieran sido inteligentes, despues de MoS hubieran hecho una película de WW, una de Batman y luego la de The Flash aprovechando la gran popularidad que tiene el personaje con el show de TV.

Edit: La de Flash de ultimita porque el show apenas lleva temporada y media

A mi las películas de marvel se me hacen entretenidas pero muy normalitas. Son muy simples, fáciles de procesar, como para una tarde de domingo :)
 
El.Mod de este foro debería mandar todo lo de b v s a su respectivo foro y evitarnos la hartera de ver peleitas de hi-5 por cuenta de los egos.... De verdad que qué pereza leer 6 páginas de lo mismo, con el mismo tema repetitivo de bvs y deadpool, ni que fueran las mejores películas de la historia....

De paso deberían crear un forito especializado los pseudo criticos de cine que tenemos en laneros y que allí se dediquen a darle libertad libidinosa a sus fantasías cinematográficas.


More Ride, Less Talk
 
A mi las películas de marvel se me hacen entretenidas pero muy normalitas. Son muy simples, fáciles de procesar, como para una tarde de domingo :)
Precisamente por eso son tan taquilleras, porque son para todo público, no solamente para los nerds. Además crearon un universo homogeneo en cuanto a fotografía, edición y orígenes e historias de los personajes que se cruzan sus caminos y no solo hacen cameos para contentar a los fans.
 
El.Mod de este foro debería mandar todo lo de b v s a su respectivo foro y evitarnos la hartera de ver peleitas de hi-5 por cuenta de los egos.... De verdad que qué pereza leer 6 páginas de lo mismo, con el mismo tema repetitivo de bvs y deadpool, ni que fueran las mejores películas de la historia....

De paso deberían crear un forito especializado los pseudo criticos de cine que tenemos en laneros y que allí se dediquen a darle libertad libidinosa a sus fantasías cinematográficas.


More Ride, Less Talk

que raro, pensé que iba a calificar ud una película, pero se queja de algo haciendo exactamente lo mismo, inclusive peor, porque al menos se está discutiendo una película pero ud... solo quejas.
 
Jajaja me da mucja risa que precisamente sea ud "el quejumbroso mayor de este foro" quien me contesta... Seguro no se le habrá tocado el Ego no?

PCT Pixels: 3/10 lo único bueno fue acordarme de mis antiguos juegos

More Ride, Less Talk
 
Confieso que ando un poco aburrida con el hecho que Deadpool sea la pelicula mas taquillera de la historia humana, por sus implicaciones sociologicas y antropologicas ; casi que es una senal apocaliptica del epitome de la decadencia humana, de la estupidez colectiva como lo llamaba freud y en algo similar Einstein.

Y en contraste , por estar al mismo tiempo en cartelera , que B vs S sea catalogada como una pelicula pesima por las mayorias silenciosas, una pelicula tan bien lograda y con unos transfondos sublimes, al parecer invisibles para lo que si es visible en deadpool.

En un animo de cruzada antideapool llena de esperanza , presento el siguiente escrito, que brinda otras miradas acerca de la lucidez de B vs S, y que da cuenta, como en ceguera ( 9.54 / 10 pelicula basada en ensayo sobre la ceguera), que a vecces casi siempre , no vemos nada.


"Acerca de B vs S :Un acercamiento ontologico sobre el oscurantismo Laneriano como espejo del mundo y la caida de dios como el sueño de un granjero. "
ADVERTENCIA : Se va a encontrar con cosas como los siguientes parrafos... si no los soporta , evite entrar a leerlo completo para evitar el offtopic de miles de gif y comentarios alusivos a " aburrido¨

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En contraste con el relato realista y, por tanto, ideológico, de la épica de Batman, la llegada de Superman “lo cambia todo: Hombres que bajan del cielo, dioses que arrojan rayos. Así es como empieza. La fiebre, la rabia, esa sensación de impotencia que convierte al hombre bueno en cruel”, un gran resumen de la historia de las religiones que declama Alfred Pennyworth (Jeremy Irons) ante un atribulado Wayne (Ben Affleck) con preocupantes inclinaciones al sadismo. De ahí que el primer cometido de Batman v Superman, en su hermoso prólogo, sea introducir la torva mirada de un Wayne crepuscular sobre los acontecimientos de la epifanía religiosa —duelo de deidades sobre Metrópolis— que cerraba El hombre de acero. La obvia alusión visual al 11-S, atentados cometidos en nombre de dios, enriquece aún más la sustancia del conflicto ateísta de Wayne, el escéptico genuino que mira con resentimiento a esos dos proyectiles volantes que derrumban rascacielos. Que la siguiente secuencia lleve a Lois Lane hasta un campamento de yihadistas en un desierto africano, que también podría ser afgano, sirio o iraquí, es pues una transición natural hacia el relato sobre guerras de religión que se avecina.



Snyder engarza así esta pieza en una filmografía de exquisita coherencia —300 (2006), Watchmen (2009), El hombre de acero (2013)…—, marcada por la vocación de tableu vivants de sus composiciones visuales, la solemnidad de sus voces en off y su desafuero wagneriano —vinculado a la Tetralogía (Der Ring des Nibelungen), por eso no es casual que sea Excalibur (1981), de John Boorman, la película que aparece en la marquesina del cine que abandona la familia Wayne antes de la tragedia—, elementos formales consagrados a narrar los infaustos destinos de los dioses y los hombres. Lo hace desde su fidelidad estética al romanticismo y al historicismo pictóricos del siglo XIX, devotos de la mitología de la Antigüedad Clásica, correlato evidente del panteón contemporáneo de superhéroes, tan operístico en manos de Snyder como alejado del realismo y comprometido con una belleza formal que aspira a lo sublime.

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ADVERTENCIA 2: Si le puede la curiosidad de entender porque superman debia morir por una lanza nazarena, entre pero ya presabe con que se encontrara...


La singular visión de Snyder fue introducida en El hombre de acero al apartarse sutilmente del canon. Aplicando la conocida interpretación crística de Kal-El, convertía a Superman (Henry Cavill), no sólo en el hijo del dios Jor-El enviado a redimir al hombre de sus pecados (repetidas veces compone un crucificado en pantalla), sino también y sobre todo, en un judío traidor. El códice, garantía de renacimiento de las estirpes de Krypton, puede refundar su planeta con la sola condición, explica el histriónico general Zod (Michael Shannon), de exterminar a los terráqueos para ocupar su mundo. En un sueño premonitorio (en ambas películas, por su naturaleza religiosa, lo onírico reemplaza a lo intelectual), Kal-El se ve a sí mismo tragado por un océano de calaveras sobre las que Krypton cimienta su renacer. Sí, tal como señaló entonces el periodista Manuel Ligero, la alegoría apenas disimulaba su alusión a la refundación de Israel en Palestina (1948). Pero el mesías traiciona a los suyos y renuncia a la colonización sacrificial. Y así comienza Snyder a sembrar las heréticas semillas de su disidencia: El Cristo, rechazado por el judaísmo como mesías, desbarata la fundación de Israel. Que además el general Zod aspirase a ejecutar una eugenesia moral, seleccionando las estirpes kryptonianas que sobrevivirían, es un insólito y afilado comentario sobre las mitologías nacionalistas y la limpieza étnica que han envuelto y diezmado al pueblo hebreo y contagiado a toda la civilización judeocristiana.

Tan inusual ambición discursiva, desplegada y ensanchada en Batman v Superman, tal vez explique en parte el desconcierto crítico que ha causado una película, dicho sin rodeos, tan desencuadernada y herética como pomposa y colmada de imágenes e ideas destinadas a perdurar. O quizá se deba, como subraya el periodista David Remartínez, a que Snyder convierte en objeto principal de su argumento a Superman, y reserva a Batman el papel de testigo y narrador; seguramente lo contrario de lo que buena parte de la intelligentsia comiquera esperaba, toda vez la evidente plausibilidad del héroe de Gotham y la resbaladiza e incómoda sustancia moral del campeón de Metrópolis.

Lo que apenas es discutible es el persistente e iconoclasta discurso sobre lo religioso que preside ambos guiones. A diferencia de cómo se narraba el juicioso anonimato impuesto por sus padres adoptivos al joven Clark Kent en la emblemática Superman (1978) de Richard Donner, coescrita por Mario Puzo, aduciendo su temor a un gobierno paranoico, inclinado a experimentar con los alienígenas, los motivos que esgrime Jonathan Kent (Kevin Costner) en El hombre de acero para que su hijo no se revele al mundo responden al temor de un campesino cristiano, observante de la fe, que recuerda el destino que deparó el pueblo a aquel mesías en Palestina dos mil años atrás: una y otra vez el viejo Kent alude a la emancipación de Clark Kent como un acontecimiento terrible que “cambiará las creencias del planeta”. Lo educa para que asuma la verdadera dimensión de su poder, capaz, no ya de salvar a sus cercanos, sino de redimir a la humanidad. Y a menudo, obligado a elegir entre una cosa y la otra. Un poder, sostiene el granjero, que también despertará recelos y odio. Lo educa para cargar la cruz.

De la resistencia de la civilización a ser salvada era bastante expresivo otro elemento argumental puramente evangélico en El hombre de acero: el sanedrín llegado de la Zona Fantasma exigía a las autoridades humanas (el gobierno americano y los romanos, emparentados por Hollywood desde tiempos del peplum) la entrega de su heterodoxo compatriota, y Superman, tras consultar con un sacerdote católico que lo invita a realizar un salto de fe, se ponía en manos del Pentágono para finalmente ser entregado a Zod, aquí Caifás, que decidiría su fatídica suerte.

Esta cosecha de elementos tomados de la leyenda del nazareno es en realidad preámbulo indispensable para entender por qué la pugna entre Batman y Superman que han escrito David S. Goyer y Chris Terrio revienta las costuras de las pretensiones políticas millerianas (incluso invierte los roles de apocalíptico e integrado que había asignado Miller) y camina por los territorios, mucho menos explorados por el blockbuster, de la problemática sustancia psicosocial del hecho religioso. Para refutarlo.

En contraste con el relato realista y, por tanto, ideológico, de la épica de Batman, la llegada de Superman “lo cambia todo: Hombres que bajan del cielo, dioses que arrojan rayos. Así es como empieza. La fiebre, la rabia, esa sensación de impotencia que convierte al hombre bueno en cruel”, un gran resumen de la historia de las religiones que declama Alfred Pennyworth (Jeremy Irons) ante un atribulado Wayne (Ben Affleck) con preocupantes inclinaciones al sadismo. De ahí que el primer cometido de Batman v Superman, en su hermoso prólogo, sea introducir la torva mirada de un Wayne crepuscular sobre los acontecimientos de la epifanía religiosa —duelo de deidades sobre Metrópolis— que cerraba El hombre de acero. La obvia alusión visual al 11-S, atentados cometidos en nombre de dios, enriquece aún más la sustancia del conflicto ateísta de Wayne, el escéptico genuino que mira con resentimiento a esos dos proyectiles volantes que derrumban rascacielos. Que la siguiente secuencia lleve a Lois Lane hasta un campamento de yihadistas en un desierto africano, que también podría ser afgano, sirio o iraquí, es pues una transición natural hacia el relato sobre guerras de religión que se avecina.

Son elocuentes las dificultades de la senadora June Finch (Holly Hunter) para tratar de encajar la figura y gestas de Superman en la superestructura política del Occidente civilizado, desde una posición escéptica pero prudente y generosa, en absoluto xenófoba. Una incertidumbre, en todo caso, muy distinta a la que suscita el engranaje político de Batman, quien, después de todo, y como reconoce Bruce Wayne, no es sino un delincuente conveniente al sistema. La naturaleza todopoderosa del mesías kryptoniano es muy otra cosa. Lo expresa Snyder una y otra vez en el modo en que lo presenta suspendido a varios metros del suelo, contemplando desde la altura a los humanos (imagen ya vista en la portada de All-Star Superman, serie de tebeos de 2006 escrita por Grant Morrison y dibujada por Frank Quitely). Para los poderes terrenales se trata pues de arbitrar la convivencia con un dios en una sociedad soberana, secularizada e iconoclasta, repulsión encarnada por Wallace Keefe (Scoot McNairy) que garabatea sobre el monumento a Superman: “Falso dios”. Y se trata también, para la comisión del Senado, de buscar una alternativa política razonable a la impasibilidad o el destierro. No la hay, claro. Dios no puede vivir entre los hombres, como perora Lex Luthor (Jesse Eisenberg) en su discurso en la biblioteca, aludiendo al mito de Prometeo. “No es necesario forjar una bala de plata. Pero si lo hace, no tendrá que depender de la bondad de los monstruos”, le dirá el millonario empresario a la senadora Finch, pues “la mayor mentira de América es que el poder puede ser inocente”. La frase, resumen del conflicto teológico que transita todo el filme, no habla del poder político, sino del poder de dios. El primer tema de la banda sonora de Hans Zimmer y Junkie XL, tomado de la voz en off de Wayne, se titula The Beautiful Lie. La hermosa mentira es dios.

Una contradicción, que parece tomada de Necesario pero imposible(Taurus), del filósofo Javier Gomá, ofusca a Lex Luthor durante su discurso en la biblioteca: “Que el conocimiento no conlleve el poder es… paradójico”, dice el villano, apenas disimulando una súbita furia. El poder de un dios, la inmortalidad, esa condición sublime de la que somos conscientes y a la vez nos es negada, explica Gomá, ese sabernos una dignidad única empujada al indigno destino de la muerte: “Esa condición adversativa de la naturaleza humana, una monstruosidad que contradice el principio de Aristóteles, que es válido para todos los entes excepto para los hombres, pues todos los entes pueden alcanzar su perfección menos nosotros, que la vislumbramos y nos es vedada” es la que asalta a Luthor. No puede permitir que Superman exista.

Bruce Wayne lo entiende. “Él tiene el poder de acabar con toda la raza humana, y si creemos que hay incluso sólo un uno por ciento de posibilidades de que se convierta en nuestro enemigo, tenemos que tomarlo como una certeza absoluta”, dice encarnando de forma simultánea o alterna a Pilatos (el escepticismo civilizado) y Caifás (el celo del poder): los beneficios de contar con un bienintencionado ser omnipotente entre los hombres no compensan los perjuicios que comporta, no sólo en términos de vidas humanas, sino en el ámbito civilizatorio: la humanidad, al albur de la eventual buena voluntad de un dios, la civilización enfrentada a la certeza de lo místico. Hablamos del regreso al medievo, de que la vida y la libertad dejen de ser un ejercicio de soberanía para convertirse de nuevo en una merced divina. Lo sabe Wayne y lo expresa la pesadilla premonitoria (tomada de los cómics de Darkseid) en la que Batman se ve a sí mismo como un polvoriento cruzado, derrotado por un ejército de fanáticos soldados de dios, identificados por el blasón de la Casa de El en sus uniformes. Y mientras Wayne es sujeto de esa abismal certeza, Superman, como el Cristo prendido, azotado y clavado en la cruz, rechaza el cáliz de la divinidad elegida para él por el padre: “Superman no existe, es el sueño de un granjero de Kansas” le confiesa a Lois Lane tras el atentado del Capitolio, prueba final de la imposibilidad de coexistencia de lo real y lo místico, del poder terreno y el divino, que, en uno de los cameos más perspicaces del filme, verbaliza en televisión el conocido astrofísico, divulgador y ateo militante Neil deGrasse Tyson. La madre, Martha Kent (Diane Lane), intentará consolarlo librándolo de la encomienda del padre: “Se su héroe, Clark. Se su ángel, su monumento, se cualquier cosa que necesiten que seas... o no seas nada de eso. No le debes nada a este mundo. Nunca se lo debiste”.

Superman debe morir, y Wayne, que se había soñado un mesías ascendiendo entre murciélagos a los cielos desde una lúgubre cueva, afronta ese cometido con armadura medieval, asumiendo otra imagen de raigambre religiosa: San Jorge contra el dragón, lanza en ristre. Pero no será él quien lo destruya, pues no ha de ser redentora la muerte del mesías si no llega por la propia asunción del sacrificio. Y así será, para desembocar en otras dos memorables composiciones pictóricas de Snyder: el Descendimiento y la Piedad. Para entonces, ya es tarde, pues ya sabremos que la venida de dios ha convocado al demonio. “Si el hombre no puede matar a dios, el diablo lo hará”, anuncia un Luthor sacerdotal. Luthor reniega de dios pero acepta al diablo porque no está dotado de la suprema dignidad del hombre. Ese demonio, Doomsday (sangre mestiza de hombre y dios), es destruido, pero, decíamos, es demasiado tarde, “las campanas ya han doblado, y no se pueden desdoblar las campanas… Los capas rojas están llegando, ¡los capas rojas están llegando!”, predicará enajenado Lex tras los barrotes de la prisión. Es la imagen postrera del filme que anuncia nuevos y venideros demonios ante los que Wayne, redimido por la muerte del mesías, habrá de convocar un ejército de ángeles y hechiceros. Wayne el Converso, Wayne como San Pablo, fundador de la iglesia de los seguidores del Cristo ausente. Dispuesto pues a sumergir a la humanidad en un nuevo milenio de oscuridad.

Son Alfred y Luthor los más lúcidos intérpretes de lo que ocurre, y será el acaudalado y joven empresario quien mejor exprese la naturaleza del conflicto: “¡Dios es tribal, dios toma partido! Si dios es todopoderoso no puede ser bueno; si dios es bueno, no puede ser todopoderoso”, afirma en una refutación expresa del monoteísmo, pues sólo las religiones monoteístas sostienen como plausible la simultánea bondad y omnipotencia divinas. Esa certidumbre explica su cita previa a Prometeo y a Zeus, toda vez que el politeísmo grecorromano nunca pretendió que la divinidad pudiera encarnar ambos atributos ontológicamente excluyentes.

Ahí yace la más aterradora tesis de Batman v Superman: El amanecer de la Justicia, la imposibilidad de dios es la imposibilidad del bien, un rumor profundo que discurre bajo la barroca imaginería religiosa levantada por Snyder: cómo combatir al diablo sin convertirse en él, trasunto nietzchiano coherente con la larga historia del encapuchado y que cobra un pavoroso sentido hoy, en la colisión de la civilización con el oscurantismo místico de la yihad. Batman v Superman no plantea, como vemos en el universo marveliano, cómo hacer el bien, sino que se pregunta si es posible hacerlo. Dios toma partido. Dios es tribal. Dios hace la guerra.

Snyder engarza así esta pieza en una filmografía de exquisita coherencia —300 (2006), Watchmen (2009), El hombre de acero (2013)…—, marcada por la vocación de tableu vivants de sus composiciones visuales, la solemnidad de sus voces en off y su desafuero wagneriano —vinculado a la Tetralogía (Der Ring des Nibelungen), por eso no es casual que seaExcalibur (1981), de John Boorman, la película que aparece en la marquesina del cine que abandona la familia Wayne antes de la tragedia—, elementos formales consagrados a narrar los infaustos destinos de los dioses y los hombres. Lo hace desde su fidelidad estética al romanticismo y al historicismo pictóricos del siglo XIX, devotos de la mitología de la Antigüedad Clásica, correlato evidente del panteón contemporáneo de superhéroes, tan operístico en manos de Snyder como alejado del realismo y comprometido con una belleza formal que aspira a lo sublime.

Por eso, el admirable éxodo trazado aquí por el cineasta, desde la imposible solidez moral monoteísta de las religiones abrahámicas (cristianismo, judaísmo e islam) hacia la mundana ambigüedad del politeísmo, grecorromano o tribal, hacia sus imperfecciones, dudas y arbitrariedades, deja franco el camino para la irrupción de La liga de la Justicia, competición heterogénea de dioses y monstruos contradictorios que son ambas cosas y ninguna. Que son, efectivamente, nosotros.

Voy a descargar los spoiler en el Kindle para ir leyendo de a poquitos, necesito diccionario en mano para tratar de digerir tanta cosa.
En serio, hay gente tan rayada y conspiranoica?

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Scarface 8/10
 
Yo en semana santa vi:

The Man from Earth 8/10 me gustó mucho, es genial cuando vemos una historia tan interesante que lo único que necesita es ser contada, como nos pone a trabajar la imaginación, muy buen final.

Unknown 5/10 regular, muchos huecos y cosas sin sentido, ya ni recuerdo cuales pero bahh.

Ant-Man 8/10 Muy entretenida, de esas películas con las que pasas un buen rato con la persona que la estés viendo.

Paul Rudd me cae muy bien desde que lo vi en ligeramente embarazada, le salio bien el superhéroe.

Pobre anthony :c

Los próximos tres días 6/10 aceptable, me la vi solo por Russell Crowe para ver que tal y pues para pasar el rato.

The Big Short 8.5/10 Me gustó mucho, no esperaba las explicaciones que hacen durante la película al ver tantos comentarios por acá de que no la habían entendido xD
 
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Aqui solo entregamos amor! Vaya busque su odio a otro lado, aqui no nos haga perder tiempo!
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