Esto me lo encontré en Internet, no es mío pero está muy vacano y acorde con el tema que venímos tratando:
Soy hincha de esos jugadores tozudos, que se acorazan en sí mismos cuando azotan los temporales. Ni un quejido, ni un lamento, ni una lisonja… hay tanta fuerza dentro de ellos que parecen estar ensamblados para no sentir. Ningún talento de piel frágil podrá trascender. Sólo mil golpes en el mismo sitio crean callo; la herida consolida la piel haciéndola menos vulnerable.
El miércoles en la noche, después de que la tribuna verde aullara su dolor y con su rugido terminara hiriendo a sus propios jugadores, varios respondieron con lamentos. Es gracioso. El jugador de fútbol percibe con naturalidad el cántico jubiloso del aficionado sin preguntarse qué se lo inspira, pues es obvio que nace del buen jugar; pero cuando la melodía cambia, pocos lo comprenden y no se interrogan por su responsabilidad como artistas de la pelota, sino que intentan hallar consuelo viéndose como víctimas de una traición.
¡Cuántos putazos le llovieron a Mosquera! ¡cuántos gozaron con el despectivo "aguinaldo" como sustituto de Aquivaldo! ¡cuántos le dijeron "burro" o "negro" de madre desafortunada! Aguante, aguante en silencio y métase a la cancha. Sea terco, cierre los oídos y corra como un endemoniado. Cuando el morocho salió en dirección del país de las rancheras, sus hinchas y detractores se quedaron aquí componiendo boleros tristes de despedida y coreando con nostalgia: "Te vamos a extrañar…"
El mimo exagerado enferma. Deportes Quindío dejó de ser un equipo "muerto de hambre" cuando se nutrió de coraje para enfrentar al Verde. Seguro, si se refugia en sus calamidades, hubiera recibido un baile y hoy sería más miserable que ayer. Deportivo Pasto, con dos quincenas retrasadas y el cuello de su técnico en la guillotina, dejó jirones de su carne en el Atanasio por un resultado justo. Dentro de la cancha y sin oler a colonias finas, sus jugadores supieron serle fieles a su deber.
Puede que sea la defensa la causa del desacople; el bajo nivel de algunos jugadores; la presión de la tribuna o la excesiva puntualidad de los salarios… Todo esto puede incidir para que se resquebraje la armonía de un equipo como Atlético Nacional. No obstante, cabe ensayar otras interpretaciones. Vale la pena escudriñar en la esencia de nuestros futbolistas, que hoy lucen de marfil y mañana se diluyen como promontorios amorfos de greda.