Óscar Collazos
POR ÓSCAR COLLAZOS
QUINTA COLUMNA
‘Colombia es pasión’ (01 de Junio de 2006)
¿Qué hay detrás de esa campaña, que apela más al ruido que a las nueces? ¿Revivir el sentimiento nacionalista?
"Colombia es pasión", no hay duda. Y una pasión a menudo innecesaria y perniciosa. Por una paradoja que los devotos de "la patria" no aclaran, las pasiones que podemos exhibir en más de 80 años de vida republicana lo que hicieron fue levantar una nación de enormes carencias y un "nacionalismo" veintejuliero.
¿Qué hay detrás de esa campaña, que apela más al ruido que a las nueces? ¿El esfuerzo por revivir el sentimiento nacionalista?
Si es así, debería recordarse que no hay "nacionalismo" aceptable si no media el decoro de la dignidad nacional, si las grandes decisiones, las que atañen a la prosperidad de los pueblos, son más ajenas que propias. Las pasiones nacionales no se fabrican en Washington o en Londres.
De pasiones estuvo hecho el siglo XIX, que culminó con una patética guerra de dos largos años y la separación o independencia de Panamá.
Con pasiones irreconciliables, se levantaron los dos partidos tradicionales: bastaba armarse y ganar una guerra para decidir cuál era el modelo de país que prevalecería por unos años, hasta que los otros se armaran y dieran un golpe a los triunfadores.
Con pasiones regionalistas se dibujó el mapa del territorio nacional, que se fue departamentizando patéticamente, cortando la posibilidad de fortalecer regiones histórica y culturalmente coherentes.
Todo o casi todo, los amores y los odios, han sido emprendidos con la desmesura de las pasiones. Por ello ha sido difícil aclimatar la racionalidad y con ella la tolerancia. Nuestras maldades son tanto o más apasionadas que nuestras bondades.
"Colombia es pasión", pero también apatía. El "meimportaunculismo", esa manera de volver sistemáticas la indiferencia y la insolidaridad, convive con pasiones extremas. Nos aferramos a tablas de salvación providenciales: políticos mesiánicos, religiones paradisíacas, juegos de azar, símbolos "patrios", como el deporte y el espectáculo, que un día exaltan el patriotismo y suplen frustraciones colectivas y, al siguiente, nos hunden en decepciones rabiosas. Pasiones como llamaradas de lata. Fuegos fatuos, esas luces instantáneas que alumbran en los cementerios.
¿Es por esta evidencia por lo que es preciso adelantar campañas que aviven el fuego de la pasión nacional?
Qué decepcionante sería preguntarles por esas pasiones a más del 55 por ciento de los abstencionistas, a los dos millones largos de desplazados, a los beneficiarios del Sisbén que reciben el diagnóstico sin tener con qué comprar la receta, a los niños prófugos de las escuelas, a los casi cuatro millones de colombianos sin pasión que se largaron de "la patria".
"Colombia es pasión", nos vienen repitiendo escandalosamente. Nadie se detiene a pensar, sin embargo, que es más fácil encender las pasiones que apagarlas. En lo último llevamos décadas: apagando pasiones innecesarias.
Como la nación es un extenso chorizo de conquistas individuales y grandes frustraciones colectivas, lo mejor es confundirla con "la patria". Se teme "profanar su nombre santo" porque es sagrada e intangible. La nación, en cambio, es real.
¿"Colombia es pasión" porque se vinieron los mundiales de fútbol sin colombianos en el juego? ¿Es pasión porque el Presidente fue reelegido y la Casa de Nariño, según la caricatura de Vladdo, es un antiguo edificio "republicano" con murallas, torres y almenas de castillo medieval y monárquico? ¿O es pasión por el flujo torrencial de capitales ilícitos que vienen fortaleciendo la buena salud de la economía doméstica? ¿En esas andamos?