El Estado de opinión manipulable
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La fórmula es sencilla y fue enarbolada en su momento por el filósofo del nazismo Carl Schmit. Consiste en definir la política como un campo dominado por amigo, enemigo y conflicto. El enemigo es un ser extraño y peligroso que debe ser exterminado por medios violentos, arrasando la ley. De esta manera, la persecución y denuncia del enemigo polariza la opinión a favor del caudillo. En nuestro caso se podría afirmar que el mensaje es el siguiente: “Quien no está conmigo está contra mí y yo soy el futuro seguro de la patria”.
Los constantes llamados contra el enemigo público de la seguridad más íntima de cada colombiano que hace el Presidente modifican los sentimientos de las masas a su favor. Después sentencia que esa opinión lo apoya para cambiar la Constitución y todas las leyes que obstaculicen sus designios y sus propios intereses.
Y no le faltan medios para influir en la opinión pública: aparece cotidianamente en radio, televisión y prensa; controla dos canales propios y otorga las licencias de funcionamiento de las cadenas de comunicación; peor aún, algunos dueños de medios se identifican ideológicamente con él, de tal modo que hay un sesgo dominante a su favor. Las noticias que lo favorecen ocupan la primera plana, las que lo enlodan pasan a segundo plano. Por ellos se difunde la propaganda negra contra todo el espectro político que va del centro a la izquierda legal y contra los países vecinos, “cómplices” de las Farc.
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Por: Salomón Kalmanovitz
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