Texto Originalmente Escrito por skylark
En conclusión, considero que el satanismo en el metal es un simple mito.
Estoy de acuerdo con skylark. Ya se que aquí a muchos perezosos les mama leer, pero si no leen, no se ilustran, así que aquí voy:
El cuento de que el rock es satánico comenzó con Elvis. Un blanco que cantaba música de negros, eso en USA en los años 50 era una ofensa capital, y además el tipo moviendo las caderas en una clara incitación sexual, uy, no, la sociedad mojigata y de doble moral que tienen los gringos no podía aceptarlo. Senadores y personalidades escribían artículos y aparecían en la naciente televisión advirtiendo que los jóvenes americanos enfrentaban una amenaza contra su moral y buenas costumbres, y que la maravillosa sociedad gringa se iba a ir de c u l o. Se dijo que la música de Elvis era satánica, y que el demonio se estaba metiendo a los hogares norteamericanos a través de sus discos. Claro que cuando vieron que Elvis producía millones de dólares en ventas (hasta entonces ningún artista jamás había causado tanta histeria colectiva ni había vendido tanto), se les acabó el cuentico pendejo, y lo transmitieron en uno de los primeros programas que hubo con cubrimiento de costa a costa. El demonio se quedó produciendo billetes por montones.
Algo así pasó con la salsa. En los años 60, una niña decente no podía bailar salsa, decían que era una música demoníaca que utilizaban los negros para invocar a Don Sata. La forma como los negros la bailaban, que después sería admirada como espectáculo de masas, en aquel entonces era considerada obscena. Y ni hablar del mambo, que era prohibido en los altos círculos sociales, pura música del diablo.
Queda claro, pues, que todo se reduce a un problema de racismo. Los ritmos afrocubanos y los herederos del blues y el jazz, en fin, toda la música de raíces negras, ha sido tildada de satánica, y ni aún así han podido evitar que con ella los negros invadan y permeen el mundo de los blancos. ¡Benditos negros, gracias a ellos existe el metal!
Lo que pasa es que el rock y la salsa se comercializaron tanto que se volvieron pan cotidiano y el cuento del satanismo quedó sólo en las mentes enfermas de unos pocos que viven aún en el siglo XIX. Sin embargo, dentro del rock ha habido siempre una línea rebelde que no se conforma con estar inserta en la maldita sociedad consumista, y que ha sabido utilizar el estigma del satanismo para seguir causando escozor entre la gente del común. Eso empezó con los Rolling Stones, que armaban tremendos zaperocos en sus conciertos y cantaban cosas como Sympathy for the Devil, los Doors que hacían apología al incesto, las drogas y el suicidio, Led Zepellin que le dió al blues una dureza de sonido que sería el inicio del Hard Rock, y por fin, Black Sabbath, que le dijo al mundo que esa m i e r d a de florecitas, amor y paz mientras rociaban gente con napalm en Vietnam, era una vil farsa, y causaron escándalo total con Nativity in Black, dando inicio a lo que hoy llamamos Metal y que aglutina un sinnúmero de géneros y bandas que tienen una cosa en común: su postura rebelde, asocial, y el eterno estigma del satanismo, que los ayuda a mantenerse marginales, y esa es precisamente la idea.
Claro que no faltan las ovejitas débiles que se comen el cuento y terminan volándose los sesos o despanzurrando gatos sobre un altar echizo, pero en fin, ya que no podemos matarlos a todos, dejemos que se maten solitos y entre ellos.