A veces el apresuramiento o desconocimiento hace escribir a la gente cosas que no vienen al caso.
En cuanto al evangelio de Judas que por cierto no fue él quien lo escribio sino que es de autoria gnostica y solamente se le llama "de judas" por el protagonismo que él tiene en el relato.
Hay que aclarar y diferenciar lo siguiente:
Lo que las notas de las agencias han publicado en estos días dice claramente que dicho manuscrito fue descubierto “por los años setenta” (es decir década de 1970, para ser más exactos en el año 1978). Es importante hacer esta aclaración, pues el hecho de atribuir su antigüedad a una época tan temprana como el año 70 d. de C. estaría dando a entender que el tal Evangelio de Judas tendría la misma antigüedad que los evangelios sinópticos (es decir Mateo, Marcos y Lucas, cuya fecha aceptada ampliamente en los círculos académicos es entre los años 60 al 90 d. de C.), y por lo tanto sería de igual valor que estos, lo cual no es cierto, pues entre otras razones, es mucho más tardío.
Se ha dicho también que se ha comprobado recientemente la “autenticidad” de este manuscrito, pero eso podría llevar a la confusión, pues la gente podría entender autenticidad en el sentido de que deba ser ya equiparado junto al cuádruple Evangelio de la Biblia (es decir Mateo, Marcos, Lucas y Juan). Pues no es así, sino al hecho de que, efectivamente, el manuscrito si es muy antiguo y no una falsificación, y que dataría del año 300 d. de C más o menos; bueno esa es la edad material del documento, escrito en lengua copta en papiro, pero la edad del texto (es decir la versión original) es lo más difícil de precisar. Posiblemente sea la traducción de un original griego más antiguo, que no se ha conservado, pero al cual hacen referencias los Padres de la Iglesia de los primeros siglos del cristianismo; efectivamente, basado en los análisis del contenido textual, puede ser de fines o mediados del siglo II. Su autor sería un miembro de una de las tantas sectas gnósticas que estuvieron en actividad por esa época. Es decir dataría por lo menos de casi un siglo después del primer Evangelio bíblico. Venga entonces la pregunta, ¿cual podría ser considerado, históricamente hablando, más confiable, el cuádruple Evangelio del Nuevo Testamento, escrito, al menos dos de ellos, por apóstoles o por hombres que fueron testigos de los sucesos es decir que tuvieron información de primera mano, o un escrito redactado más de un siglo después de la muerte de Jesús, como es este Evangelio de Judas? Por eso digo, hay demasiada ignorancia al darle tanta relevancia a ese descubrimiento, y es lamentable comprobar que algunos por ignorancia que dicen que los Evangelios de la Biblia son “cuentos” ahora resalten tanto esta noticia, en donde esta la coherencia, si los evangelios del NT son cuentos, entonces ¿por qué dar más valor a lo que se dice en el resto de los Evangelios considerados apócrifos, y cuya fecha de redacción es muy posterior, al menos los que se han conservado?
Otra cosa importante que hay que tener en cuenta es sobre la autoría y naturaleza de dicho escrito: como ya aludí, dicho evangelio fue redactado sin duda por un miembro de una secta gnóstica, y seguramente se trata del mismo Evangelio de Judas al que se refiere San Ireneo de Lyon en su obra “Contra los Herejes” hacia el año 180 d. de C. Es decir, el tal “evangelio” no es un escrito cristiano propiamente dicho, sino que se redactó en el seno de esos grupos sectarios sincretistas, es decir, que incorporaban en su doctrina elementos de diferentes religiones, incluido el cristianismo. Es decir, ni siquiera se pueden considerar a las sectas gnósticas como “sectas cristianas”, pues no surgieron dentro del cristianismo, sino fuera de él.
Dicho todo ello, es absurdo creer que este descubrimiento, pueda “sacudir” los cimientos del cristianismo como algunas notas de agencias informativas, siempre dadas al efectismo, han dicho, y que algunos como era inevitable, hacen eco.
El evangelio de Judas tiene sin duda mucha importancia en el plano histórico y religioso, para conocer el desarrollo doctrinal de los grupos gnósticos del siglo II, pero hasta allí nada más, pues es solo uno más de otros tantos evangelios gnósticos que se conocen desde hace tiempo, que se han publicado y al que puede tener acceso cualquier persona.
Para concluir
• El texto pareciera estar fechado entre el siglo IV y el siglo V, es decir, unos 300 ó 400 años después de la vida de Jesús. Es imposible, por lo tanto, que sea Judas su autor directo, sino que puede tratarse de una copia del «Evangelio de Judas», citado por San Ireneo de Lyon hacia el año 180.
• Fue redactado por la secta gnóstica de los Cainitas y presenta a Judas Iscariote de una manera positiva, como un personaje que sólo obedeció una supuesta orden divina de entregar a Jesús para que pudiera cumplirse la obra de salvación.
• Siempre se supo de la existencia de Evangelios Apócrifos, es decir, no inspirados porque no contienen la verdad acerca de la Revelación de Dios y su deseo de salvación para la humanidad y desde siempre fueron rechazados por el conjunto de la comunidad cristiana porque son incompatibles con la fé.
• La Iglesia nunca ha ocultado o negado la existencia de estos documentos. Al contrario, estos textos han sido publicados y están editados en muchas editoriales a través del mundo entero, como la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) o la Editorial Ciudad Nueva, entre otras.
• Los Evangelios Apócrifos no son reconocidos como inspirados por Dios porque simplemente buscaban satisfacer la curiosidad de algunos, o contenían leyendas fantasiosas respecto a Jesús, o explicaban opiniones particulares de algunos grupos religiosos acerca de Cristo. No buscaban la verdad más profunda sobre Dios y su obra salvadora.
• Algunos de estos Evangelios Apócrifos pertenecen a sectas gnósticas, como la de los Cainitas, cuyo propósito principal era reivindicar figuras del Antiguo y del Nuevo Testamento que cayeron en la maldad, como Caín (que mató a su hermano Abel) y como Judas (que traicionó a Jesús). Los gnósticos pretendían que la salvación se logra sólo por el conocimiento que tengamos de Dios, no por obra del amor y de la misericordia de Dios, que envió a su Hijo Jesús al mundo.