Política capitalina
Los candidatos a la Alcaldía deben dar explicaciones y ofrecer garantías
Por Carlos Vicente de Roux - Octubre 05 de 2015
Los políticos en general y los candidatos, en especial, deben explicar sus actuaciones, pedir disculpas si no tienen justificación y dar garantías de correcto comportamiento futuro. Las preguntas sobre sus relaciones, acciones y omisiones deben tomarse positivamente, no como agresiones. Aquí presento algunas sobre Clara, Pardo y Peñalosa.
Después de lo que me pasó con Petro, a quien apoyé por el julepe que le puso a nuestras denuncias sobre la corrupción de los Moreno Rojas, me he vuelto más exigente para escoger candidato a la Alcaldía. Elegir alcalde es como escoger a quién va a entregarle uno las llaves de su casa. Entonces, vale la pena escrutar no solo las propuestas sino la personalidad de los aspirantes al cargo e informarse sobre sus relaciones cercanas –sus parientes y sus amigos de negocios–.
No creo que a la hora de hacer esa selección el dato definitivo sea con quién ha hecho política el candidato. Eso cuenta, pero no es lo determinante. Por más sano que sea quien quiera entrar a la política, tiene que meterse de lleno en la selva de los partidos, infestada de fieras y alimañas.
En mi caso, le hice campaña a María Emma Mejía en las elecciones internas del Polo pero ganó Samuel y tuve que acompañarlo –tibiamante– en su aspiración a la Alcaldía. Después ayudé a elegir a Petro. Me le distancié por sus errores administrativos y me le abrí por los negocios de su familia política dentro del Distrito. He manejado estos trances a punta de renuncias y apartamientos, lo que no me ha librado detener que dar explicaciones cuando me han pasado cuenta de cobro por ese historial. Pero creo que una de las cargas ineludibles de quienes hacemos política es la de dar cuenta y razón de nuestras actuaciones en la esfera de lo público.
Así que los políticos estamos obligados a justificar nuestros actos, las acciones y las omisiones. Si no tienen justificación, nos corresponde pedir disculpas y pedir perdón. Y además ofrecer garantías de que no incurriremos en el futuro en actos reprochables, en particular en los de corrupción. Esas seguridades deben extenderse a otros aspectos de la gestión gubernamental, como el de la buena gerencia y la eficiencia. Si en algún tiempo debemos hacer esas tres cosas–justificarnos, disculparnos, ofrecer seguridades a futuro– es en la campaña electoral. Y no se deben tomar como agresiones sino como oportunidades las preguntas que se nos hagan al respecto.
Para comenzar por las explicaciones sobre las relaciones políticas, reitero que es excesivo cobrarle a alguien los delitos o los desaguizados de sus copartidarios, pero tampoco hay que excluir del todo el “dime con quién andas y te diré quién eres”. Quizá lo clave no sea el punto de si se han tenido vecinos políticos reprobables, sino qué tan cercanos han sido esos vecinos, qué clase de relaciones se han mantenido con ellos, y qué influencia han tenido y pueden seguir teniendo sobre el candidato.
Rafael Pardo milita en el ala gavirista del liberalismo. El gavirismo es una curiosa mezcla de modernidad (¿o posmodernidad?) con atraso. Es una de las fuerzas a las que les debemos la reforma constitucional del 91, pero nunca tuvo escrúpulos para hacer negocios y repartos con los mega manzanillos de las regiones y las localidades. También es cierto que César Gaviria recorrió valientemente el país para plantarle cara a la influencia paramilitar en la política. No se oye decir que Pardo haya sido un senador o un ministro clientelista –y menos que haya cometido actos de corrupción–, pero inquieta la presencia en su campaña de destacados dirigentes liberales y de La U, nacionales y bogotanos, de prácticas políticas muy censurables. La U es de lejos el partido al que pertenece el mayor número de concejales y exconcejales condenados o investigados en relación con el cartel de la contratación –lo sigue Cambio Radical–.
Enrique Peñalosa está, por fortuna, bastante aislado de la politiquería urbana y local de Bogotá. Cuenta, sin embargo, con el apoyo de Cambio Radical, una organización que creció a las volandas, recogiendo parte de lo peor del liberalismo en las regiones, incluidos jefes paramilitares, y ha aplicado unas pautas de otorgamiento de avales que motivaron la renuncia de Carlos Fernando Galán a la presidencia del partido.
El Polo en el gobierno le jaló mucho a lo que Luis Carlos Galán llamaba clientelismo de izquierda, y toleró la corrupción de los Moreno negándose a quitarles el respaldo político mucho más allá del momento en que era ético y razonable hacerlo. Al comienzo del gobierno de Samuel el PDA montó en el Concejo la coalición que nombró a Rojas Birry y a Moralesrussi personero y contralor deBogotá, respectivamente, dos personajes que fueron parte importante del carrusel de la contratación. Clara López, que no se ha caracterizado por hacer política con los sectores de mayor compromiso ideológico y ético dentro de su partido, ha optado por ponerse brava cuando se le recuerda que en el período de Moreno fue nadie menos que secretaria de Gobierno y presidenta del Polo.
En un plano que combina lo político con lo comercial y personal –sin por eso entrar en la vida privada de los candidatos– sería conveniente que Enrique Peñalosa abundara en aclaraciones sobre las relaciones que ha sostenido con el ex gobernador de Cundinamarca, Álvaro Cruz, recién capturado por sobornos para obtener contratos de construcción en el Distrito y para buscar que la Fiscalía no lo investigara. También sería del caso que explicara cuáles han sido sus relaciones con los más destacados contratistas de infraestructura, de transporte urbano y de recolección de basuras, entre otros. Si retorna al Palacio Liévano tendrá que renegociar y licitar los contratos con las empresas operadoras de Transmilenio, cuyo representante es su amigo Herman Arias, quien se desempeñó como personero de Bogotá en el mismo período en que Peñalosa fue alcalde.
La esposa de Álvaro Cruz, que ocupa una posición central en las sociedades a través de la cuales se cometieron los delitos que investiga la Fiscalía, fue secretaria general de Enrique Peñalosa en la Alcaldía. Ocho de los 30 funcionarios más altos del Departamento de Cundinamarca, cuando Cruz se desempeñó por primera vez como gobernador, venían de haber trabajado con Peñalosa. En reuniones con sus colaboradores, Cruz promovía al ex alcalde como el transformador de Bogotá y de Colombia.
En un reconocimiento tácito de las preocupaciones que genera la trayectoria de su esposo, quien tuvo influencia en el Acueducto y en la Unidad de Malla Vial, entre otras entidades, bajo los gobiernos de Garzón y Moreno, Clara ha dicho que cuando ella llegue a la Alcaldía él se irá a vivir a Taganga. Pero el tema merecería más que unas palabras dichas al pasar, medio en serio y medio en broma.
¿Qué tendrían para decir, además de lo que ya han dicho, los candidatos mencionados sobre esas relaciones, cercanías e influencias, que preocupan a muchos electores potenciales? ¿Reconocerían errores y problemas? ¿Pedirían disculpas de ser el caso y mostrarían, para decirlo con palabras del catecismo, propósito de enmienda? Y lo más importante, ¿darían garantías de blindarse frente a esas influencias y de no cometer en el gobierno actos reprobables?
Lo de las garantías tiene, por lo menos, dos aspectos. Uno de ellos es el de detallar sus políticas y medidas anticorrupción, lo que abarca muchos campos. Por ejemplo, las disposiciones para aislar a los parientes y amigos del alcalde de la contratación distrital, la selección del veedor distrital y el reforzamiento de su papel, el comportamiento de la Alcaldía en la elección de contralor y personero por el Concejo, la reforma de sistemas y procedimientos que facilitan los actos corruptos, el fortalecimiento de las veedurías ciudadanas, la visibilidad física y virtual de los procesos contractuales, la reducción de la contratación directa, la estandarización de los pliegos licitatorios, el recurso a los mecanismos de “Colombia compra eficiente”, etc, etc.
Otro aspecto de la cuestión es el de la selección de los secretarios del Despacho y demás altos funcionarios de la administración. De Peñalosa se dice que es muy ejecutivo, que está encima de sus colaboradores, exigiéndoles resultados, pero podría caer en la micro gerencia. De Pardo, que tiene una visión equilibrada de ciudad pero que necesita reforzar su capacidad de ejecución rodeándose de gerentes muy empeñosos.
Todos los bogotanos quisiéramos que esos altos funcionarios cumplan dos condiciones: que sean gerentes eficientes y que sean honrados. Y muchos agregaríamos otra característica: que no sean tecnócratas excluyentes, sino personas dispuestas a trabajar por la inclusión social. No puede pedírseles a los candidatos que nos digan a estas alturas cómo estará conformado su gabinete, pero sí nos ayudarían a tomar decisiones si nos contaran quiénes van a ser algunos de sus principales colaboradores.