y aki otra joyita ke me encontre...esta personalmente creo ke hay mucho ke discutirle...
Beligerancia o voluntad?
Escrito por Yira plaza O´Byrne
¿El asunto es de beligerancia o de voluntades políticas?
“Yo hago una propuesta para que se discuta, pero ellos no la quieren discutir, de una vez la condenan, de una vez salen a condenar una idea que es para el debate y no para lanzar piedras de una vez…Darle beligerancia (a las FARC) es un paso… Sería un primer paso para bien (…)”.
Con estas declaraciones el presidente venezolano Hugo Chávez ratifica la propuesta hecha el 11 Enero, ante la Asamblea Nacional de ese país, de otorgarle el estatus político a las FARC y al ELN y reconocerlas como fuerzas beligerantes. Seis días después, el 17 de Enero, la Asamblea venezolana le da un amplio respaldo a su mandatario pidiéndole al gobierno colombiano reconocer el estatus de beligerancia de los grupos guerrilleros
Desde entonces no han faltado los titulares de prensa y los análisis que desde diferentes perspectivas intentan dilucidar el asunto en términos jurídicos o político, lo cierto es que la situación ofrece dos escenarios: El primero donde se sitúan aquellos que amparados por el derecho internacional sostienen que el estatus de beligerancia no existe, y otros que creen necesario el reconocimiento de fuerza beligerante para lograr una salida política al conflicto.
Situándonos en el primer escenario, y desde la óptica de Jairo Giraldo, analista político y Decano de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Eafit, “el estatus de beligerancia es una categoría jurídica que se estableció entre el siglo XVIII y XIX y que funcionó hasta la I guerra mundial para los conflictos entre estados”, sustenta que el estatus de beligerancia no existe jurídicamente para las guerras irregulares ni como acto jurídico, y considera además, que la aprobación que hizo la asamblea venezolana es un despropósito desde la perspectiva jurídica.
Sin embargo frente a estas lecturas del Derecho Internacional se agrega un componente señalado por varios abogados, entre ellos el académico y director delCentro de Derechos Humanos de la Universidad Santiago de Cali, Arthemey Sterling, quien acude a la cláusula Martens, incluida en el Derecho Internacional Humanitario, donde se establece que situaciones que no estén escritas en las normas del DIH y que se vengan ejerciendo, esa norma de hecho se acoge como una norma jurídica, para ejemplificarlo se remite a la práctica del intercambio humanitario, que si bien no aparece en el DIH, este se lleva a cabo en Colombia antes de la resolución de los convenios de Ginebra.
Visto de esta manera y aunque la norma no establezca explícitamente el reconocimiento de la beligerancia, hechos como el acuerdo central firmado entre el gobierno de Andrés Pastrana y las FARC, en Junio de 1999, configuran el reconocimiento del estatus político y beligerante a este grupo insurgente. Sin duda alguna, también resulta paradójico que mientras la Unión Europea y el gobierno de Colombia ubican en sus listas de grupos terroristas al ELN, el gobierno mantiene conversaciones con este grupo insurgente, otorgándole a través de estas, un reconocimiento político indiscutible.
La pregunta pertinente, y lo que ha suscitado el debate nacional e internacional, se concentra cada vez más en el alcance que tendría el otorgamiento del carácter de beligerante a la vez que la exclusión de la lista de los terroristas, en la pronta solución al conflicto colombiano.
El escenario donde se sostiene el reconocimiento de la beligerancia a los grupos insurgentes como medida para avanzar en la solución del conflicto, es sustentado, entre varios analistas, por el politólogo Adolfo Maya, quien expone lo importancia que tiene reconocer el estatus de beligerancia a las FARC en la medida en que esta situación humaniza el conflicto y los obliga a cumplir con la normativa establecida por el Derecho Internacional Humanitario: “De otra forma es mantenernos en la guerra (…)”. Desde su análisis reconocer que las FARC tienen cierta dosis de poder, aunque es difícil para un gobierno que ha señalado tener en su interior una “amenaza terrorista” y no un conflicto, es reconocer que: “en el orden de lo puntual para que haya un intercambio humanitario, no puedo entrar en una diatriba contra quien esta implicado en el asunto”.
A este análisis se le suma, como explica Arthemey Sterling que, “cuando un grupo tiene el carácter de beligerante tiene que acogerse a los principios del DIH, como por ejemplo no retener civiles, lo que ayudaría a aligerar y disminuir la intensidad del conflicto” y añade que al tratarse de un conflicto que no solo es armado, sino social y político, estos grupos beligerantes podrían plantear cambios y soluciones a las causas reales del conflicto.
El asunto es complejo, y merece discusión, no en los términos de la disyuntiva semántica, sino de la voluntad política que tienen ambas partes para lograr por lo pronto, el intercambio humanitario y en su medida la urgente negociación política al conflicto.
La salida difícil
El panorama político es claro: El presidente Uribe insiste en la política de seguridad democrática como mecanismo para vencer militarmente la insurgencia y acabar el conflicto, mientras a nivel internacional lanza temerosas declaraciones con su disposición de entablar diálogos. Por otra parte las FARC insisten en una “zona de despeje” de 45 días, el gobierno en un “zona de encuentro” de 30 días; el gobierno argumenta que Florida y Pradera son un corredor estratégico para las FARC y el ministro de Agricultura hace campaña de “no al despeje”, mientras que la opinión pública, alimentada desde los medios, sataniza la labor de los únicos mediadores que han alcanzado de manera tan efectiva una labor humanitaria.
Para Adolfo Maya, el nudo del asunto y lo que ha tenido enredada a la opinión pública, sobre la necesidad o no del despeje para un intercambio humanitario es el mal prestigio el despeje del Caguán: “el Caguán dejó en mal prestigio los despejes y la gente ha hecho un traslado creando una ecuación de que es lomismo el uno que el otro”
Es urgente que las partes definan el espacio para el intercambio humanitario y dado que son actores con prioridades netamente políticas, no se puede dejar a un lado un espacio político para la negociación
Si bien muchos analistas sostienen que es un momento difícil para una eventual negociación “por el aislamiento que han tenido las FARC a nivel internacional y el rechazo unánime en el país” lo que recrudecería la opción militarista de solución al conflicto, Adolfo Maya argumenta que si bien con Uribe no va haber negociación, con Uribe se van abrir las puertas para la salida política: “Los dos están casados en unos discursos, las FARC dicen que con Uribe no negocia y Uribe dice que con terroristas no negocia, pero el nivel de agudización por esas dos posturas va a crear las condiciones que le den una mejor presentación a la salida política al conflicto y que señalen lo inútil de perseverar una salida militar”.
***
La otra cara del asunto es la forma como los medios polarizan al país alrededor de dos cosas puntuales: la primera es centrar la discusión de nuestro conflicto en lo que han llamado “intervencionismo” del presidente Chávez en nuestra soberanía, pero nunca se hace alusión a la permanente intervención estadounidense en la financiación de la guerra, o cuando el presidente Zarcozy propuso la liberación del guerrillero Rodrigo Granda. La segunda es la manipulación ideológica de una iniciativa de marchar contra el conflicto a lo que ha pasado a convertirse en al marcha contra las FARC, es decir una marcha que avala la guerra y que termina teniendo el sello de uno los actores del conflicto...
Fuente
PD: para los ke no estan familiarizados con la palabra Beligerancia: "Atribuirle la importancia bastante para contender con él."
Beligerancia o voluntad?
Escrito por Yira plaza O´Byrne
¿El asunto es de beligerancia o de voluntades políticas?
“Yo hago una propuesta para que se discuta, pero ellos no la quieren discutir, de una vez la condenan, de una vez salen a condenar una idea que es para el debate y no para lanzar piedras de una vez…Darle beligerancia (a las FARC) es un paso… Sería un primer paso para bien (…)”.
Con estas declaraciones el presidente venezolano Hugo Chávez ratifica la propuesta hecha el 11 Enero, ante la Asamblea Nacional de ese país, de otorgarle el estatus político a las FARC y al ELN y reconocerlas como fuerzas beligerantes. Seis días después, el 17 de Enero, la Asamblea venezolana le da un amplio respaldo a su mandatario pidiéndole al gobierno colombiano reconocer el estatus de beligerancia de los grupos guerrilleros
Desde entonces no han faltado los titulares de prensa y los análisis que desde diferentes perspectivas intentan dilucidar el asunto en términos jurídicos o político, lo cierto es que la situación ofrece dos escenarios: El primero donde se sitúan aquellos que amparados por el derecho internacional sostienen que el estatus de beligerancia no existe, y otros que creen necesario el reconocimiento de fuerza beligerante para lograr una salida política al conflicto.
Situándonos en el primer escenario, y desde la óptica de Jairo Giraldo, analista político y Decano de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Eafit, “el estatus de beligerancia es una categoría jurídica que se estableció entre el siglo XVIII y XIX y que funcionó hasta la I guerra mundial para los conflictos entre estados”, sustenta que el estatus de beligerancia no existe jurídicamente para las guerras irregulares ni como acto jurídico, y considera además, que la aprobación que hizo la asamblea venezolana es un despropósito desde la perspectiva jurídica.
Sin embargo frente a estas lecturas del Derecho Internacional se agrega un componente señalado por varios abogados, entre ellos el académico y director delCentro de Derechos Humanos de la Universidad Santiago de Cali, Arthemey Sterling, quien acude a la cláusula Martens, incluida en el Derecho Internacional Humanitario, donde se establece que situaciones que no estén escritas en las normas del DIH y que se vengan ejerciendo, esa norma de hecho se acoge como una norma jurídica, para ejemplificarlo se remite a la práctica del intercambio humanitario, que si bien no aparece en el DIH, este se lleva a cabo en Colombia antes de la resolución de los convenios de Ginebra.
Visto de esta manera y aunque la norma no establezca explícitamente el reconocimiento de la beligerancia, hechos como el acuerdo central firmado entre el gobierno de Andrés Pastrana y las FARC, en Junio de 1999, configuran el reconocimiento del estatus político y beligerante a este grupo insurgente. Sin duda alguna, también resulta paradójico que mientras la Unión Europea y el gobierno de Colombia ubican en sus listas de grupos terroristas al ELN, el gobierno mantiene conversaciones con este grupo insurgente, otorgándole a través de estas, un reconocimiento político indiscutible.
La pregunta pertinente, y lo que ha suscitado el debate nacional e internacional, se concentra cada vez más en el alcance que tendría el otorgamiento del carácter de beligerante a la vez que la exclusión de la lista de los terroristas, en la pronta solución al conflicto colombiano.
El escenario donde se sostiene el reconocimiento de la beligerancia a los grupos insurgentes como medida para avanzar en la solución del conflicto, es sustentado, entre varios analistas, por el politólogo Adolfo Maya, quien expone lo importancia que tiene reconocer el estatus de beligerancia a las FARC en la medida en que esta situación humaniza el conflicto y los obliga a cumplir con la normativa establecida por el Derecho Internacional Humanitario: “De otra forma es mantenernos en la guerra (…)”. Desde su análisis reconocer que las FARC tienen cierta dosis de poder, aunque es difícil para un gobierno que ha señalado tener en su interior una “amenaza terrorista” y no un conflicto, es reconocer que: “en el orden de lo puntual para que haya un intercambio humanitario, no puedo entrar en una diatriba contra quien esta implicado en el asunto”.
A este análisis se le suma, como explica Arthemey Sterling que, “cuando un grupo tiene el carácter de beligerante tiene que acogerse a los principios del DIH, como por ejemplo no retener civiles, lo que ayudaría a aligerar y disminuir la intensidad del conflicto” y añade que al tratarse de un conflicto que no solo es armado, sino social y político, estos grupos beligerantes podrían plantear cambios y soluciones a las causas reales del conflicto.
El asunto es complejo, y merece discusión, no en los términos de la disyuntiva semántica, sino de la voluntad política que tienen ambas partes para lograr por lo pronto, el intercambio humanitario y en su medida la urgente negociación política al conflicto.
La salida difícil
El panorama político es claro: El presidente Uribe insiste en la política de seguridad democrática como mecanismo para vencer militarmente la insurgencia y acabar el conflicto, mientras a nivel internacional lanza temerosas declaraciones con su disposición de entablar diálogos. Por otra parte las FARC insisten en una “zona de despeje” de 45 días, el gobierno en un “zona de encuentro” de 30 días; el gobierno argumenta que Florida y Pradera son un corredor estratégico para las FARC y el ministro de Agricultura hace campaña de “no al despeje”, mientras que la opinión pública, alimentada desde los medios, sataniza la labor de los únicos mediadores que han alcanzado de manera tan efectiva una labor humanitaria.
Para Adolfo Maya, el nudo del asunto y lo que ha tenido enredada a la opinión pública, sobre la necesidad o no del despeje para un intercambio humanitario es el mal prestigio el despeje del Caguán: “el Caguán dejó en mal prestigio los despejes y la gente ha hecho un traslado creando una ecuación de que es lomismo el uno que el otro”
Es urgente que las partes definan el espacio para el intercambio humanitario y dado que son actores con prioridades netamente políticas, no se puede dejar a un lado un espacio político para la negociación
Si bien muchos analistas sostienen que es un momento difícil para una eventual negociación “por el aislamiento que han tenido las FARC a nivel internacional y el rechazo unánime en el país” lo que recrudecería la opción militarista de solución al conflicto, Adolfo Maya argumenta que si bien con Uribe no va haber negociación, con Uribe se van abrir las puertas para la salida política: “Los dos están casados en unos discursos, las FARC dicen que con Uribe no negocia y Uribe dice que con terroristas no negocia, pero el nivel de agudización por esas dos posturas va a crear las condiciones que le den una mejor presentación a la salida política al conflicto y que señalen lo inútil de perseverar una salida militar”.
***
La otra cara del asunto es la forma como los medios polarizan al país alrededor de dos cosas puntuales: la primera es centrar la discusión de nuestro conflicto en lo que han llamado “intervencionismo” del presidente Chávez en nuestra soberanía, pero nunca se hace alusión a la permanente intervención estadounidense en la financiación de la guerra, o cuando el presidente Zarcozy propuso la liberación del guerrillero Rodrigo Granda. La segunda es la manipulación ideológica de una iniciativa de marchar contra el conflicto a lo que ha pasado a convertirse en al marcha contra las FARC, es decir una marcha que avala la guerra y que termina teniendo el sello de uno los actores del conflicto...
Fuente
PD: para los ke no estan familiarizados con la palabra Beligerancia: "Atribuirle la importancia bastante para contender con él."