El problema, creo yo, es que seguimos un orden socio económico dictado por las grandes potencias: Vestimos con el estilo y las marcas que deciden las multinacionales, en la agricultura hacemos exactamente lo mismo: Limitamos nuestra capacidad de producir sanamente una gran variedad de productos agrícolas solo para complacer los intereses foráneos, así que nos venden las semillas, la forma de cultivarlas y los fertilizantes, un gran negocio para unos pocos apoyados por el Gobierno títere de turno.